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Educación

Un profesor nunca debería trabajar con obras que no le interesen, con libros que no le parezcan, en algún sentido, relevantes. No relevantes para la historia de la literatura, eso da lo mismo. Relevantes para su vida. Un profesor nunca debería dar a sus estudiantes libros que entiende del todo. Debería compartir con sus alumnos los libros que le parecen fascinantes justo porque no los entiende a cabalidad.

Alejandro Zambra, en Tema libre

Podría darles decenas de ejemplos de mediadores que, cada uno con su reflexión
propia, hacen que la lectura sea un arte profundamente vivo. Todos saben que lo que está actuando es una transmisión de experiencia. Transmitir el gusto por la lectura es un asunto relacionado con la propia apetencia del mediador por esta actividad; con su disponibilidad hacía el otro, su capacidad de observar y de interrogar sus propias maneras de actuar; con la reflexión, los conocimientos y la intuición a la hora de sentir cuales son las obras que van a resonar para tal o cual persona; pero también con una calidad de presencia, una energía, un deseo, una vitalidad; una habilidad que permite recuperar, detrás del texto, la voz de su autor, un ritmo, un movimiento, una melodía, unas «tierras adentro» de sensaciones, de emociones, un cuerpo.
En todas las partes del mundo, quizá sean una minoría los que estén interesados en la
experiencia de la lectura y en el contacto con las obras de arte, pero se trata de una minoría muy activa y a menudo muy inventiva. En estos tiempos tan brutales, preservan unos momentos de transmisión cultural que escapan a la obsesión cuantitativa y al barullo ambiente para proteger un espacio de pensamiento, una dignidad y una parte de libertad, de sueño, de algo inesperado.

 
Leer y hacer uso de una biblioteca escolar:
¿y eso, para qué sirve hoy en día?
Michèle Petit. Santiago de Compostela, 2011

 

https://leer.es/documents/235507/353837/Michele_Petit.pdf/243b4211-5311-4c74-8476-f381815a5a4f

Un don

Justo cuando te parece que sos
nada más que una red endeble
de preguntas, te son dadas
las preguntas de los otros para sostener
en el vacío de tus manos,
huevos de pájaro cantor que aún pueden incubarse
si les das abrigo,
mariposas que abren y cierran
en el hueco de tus palmas, confiando en que no harás
daño a su piel centelleante, a su polvo.
Las preguntas de los otros te son dadas
como si fuesen respuestas
a todo lo que preguntas. Sí, tal vez,
tu respuesta sea este don.

 

 

Entre los doce y los trece años me dio por dibujar interiores de casas rodantes. En hojas cuadriculadas trazaba líneas que representaban el comedor, la cocineta, el baño, el clóset y las alacenas. Había ido a una exposición de campismo y conocía las medidas de cada objeto. El chiste de una casa rodante es aprovechar el espacio lo mejor posible. En un habitáculo de cuatro metros por dos debe caber una familia de cuatro miembros que comen, cocinan, duermen y van al baño. Las casas rodantes están llenas de soluciones ingeniosas. Lo que de día es un gracioso comedor, de noche se transforma en una cama matrimonial. Mucho tiempo después publiqué mi primer libro de poemas. Estaba escrito todo él en versos cortos, casi siempre heptasílabos, que me parece el habitáculo mínimo para decir algo en verso. Mis poemas buscaban la concentración, no el despliegue y, tratándose del primer libro de un joven poeta, la cosa llamó la atención. El libro fue recibido favorablemente y en las reseñas que se ocuparon de él, uno de los términos más recurrentes era rigor. Cuando me invitaron a una charla con el público y me preguntaron sobre mis principales influencias, 90 contesté que había escrito mis poemas del mismo modo como varios años atrás había dibujado el interior de centenares de casas rodantes: haciendo caber la mayor cantidad de materia en el menor espacio; por eso había recurrido a un verso corto, porque necesitaba un marco reducido que me obligara a hallar las soluciones más estrictas. Pero cuando la gente pregunta sobre las influencias literarias quiere oír nombres de autores consagrados y noté cierta perplejidad en el público ante mis elucubraciones sobre las casas rodantes. Ahora podría decir que siempre he escrito poesía como quien comprime lo esencial de sus pertenencias en una valija de poco peso, porque se marcha a un lugar que no conoce y no quiere cargar con un bulto voluminoso, y me temo que tampoco esta vez se me tomaría en serio si afirmara que mi mayor influencia literaria no es tal o cual poeta insigne, sino la línea de maletas Samsonite.

 

Fabio Morábito, en El idioma materno

Entrevista en Diario La Capital. Sábado 15 de Marzo de 2008

Para Skliar, lo que básicamente está fallando es la comunicación, el reconocimiento del otro y la valoración de lo que llama la herencia y la experiencia. “Educar tiene que ver con una conversación entre distintas generaciones, niños, jóvenes, adolescentes y adultos, acerca de la herencia, del mundo que ha pasado y de qué hacemos con eso”. Resalta entonces que esta conversación, que está siendo rechazada tanto por los adultos como por los jóvenes, es la que hay que retomar y recomponer.

—¿Qué entiende por herencia?

—Herencia no es simplemente una transmisión de una tradición entre padres e hijos o maestros y alumnos, sino un pasado mayor a nosotros mismos. Cuanto más se quiera definir la herencia simplemente como una tradición obligada peor nos va. Hay abandono de los adultos y también de los jóvenes a los adultos, de lo que me quieren enseñar, que quieren institucionalizar y de la tradición.

—¿Cuáles son los tipos de abandono?

—El abandono no es sólo una cuestión de tiempo y espacio ni de clase social sino que está ligado a infinitos grupos. En este sentido no sólo los padres han hecho abandono, también las instituciones educativas, por ejemplo, de las personas con discapacidad: sólo del 1 al 4 % de estas personas están en el sistema educativo, este es un abandono muy notorio. El gran abandono educativo es hacia el cuerpo, el aprendizaje y el comportamiento diferentes. Todo lo que no es conocido de antemano puede ser objeto de abandono.

—¿Por qué están cada vez más acentuados estos abandonos?

—No quisiera caer en la trampa de decir que es por apatía o un simple descuido. Se ha dado algo muy controversial últimamente sobre la misión de educar. Hace poco tiempo se trataba de educar lo mismo a todos y desde hace 20 años se viene planteando que hay que enseñarles a cada uno algo diferente. Ahí es donde aparece un problema de percepción: en ese planteo ambiguo que se le ha hecho a los maestros y cuya respuesta puede ser el abandono, por no poder estar con todos, por no poder estar con nadie en particular. Antes se los abandonaba porque todos eran homogéneos, entonces no importaba bien quién fuera cada uno, y ahora en ese desmesurado afán de conocer a cada uno, se abandona una totalidad, lo común, lo humano como universal.

—¿Cómo debería abordarse en el aula este conflicto?

—Hay un doble trabajo aquí. En primer lugar, tenemos que estar predispuestos (no digo preparados porque tiene connotaciones de formación docente, de ir a un curso para), primero para encontrarse con cualquier alumno, independientemente de sus características sociales, personales y de las definiciones de diagnóstico. Pero al mismo tiempo, ese maestro tiene que estar disponible para lo que llamo el “contigo”.

—¿Qué es ese contigo?

—Es “contigo” específicamente y no con cualquiera: con vos que te llamás así, que tenés este rostro, que hablás de esta manera. El acto educativo es un encuentro con gente con nombre, con rostro, con lenguaje concreto, no hablamos de instancias en abstracto. Ahí es donde hay un doble juego a hacerse: estar disponible para cualquiera pero también estarlo para entrar en relación “contigo” y ese “contigo” esta dicho a la cara de cada uno.

—¿Qué contexto escolar tiene que darse para que esto sea posible?

—Soy partidario de dejar de lado palabras grandilocuentes como diversidad o inclusión, que son más bien mandatos en los cuales el maestro está obligado a realizar una acción sobre alguien. Todos estamos un poco cansados de entender la educación en términos de grandes actos heroicos, esto de educar para la igualdad, para el trabajo, para el futuro, parecen empresas fantásticas. Sin embargo el acto educativo se pone en juego en lo que llamo “gestos mínimos” sobre los que hay que trabajar muchísimo, y por donde pasa mucho más que por esos cambios anunciados con fosforescencia y luces de neón.

—¿Y cómo hacen los profesores con cientos de alumnos para que haya una conversación posible?

—El tema es instalar una conversación entre jóvenes y adultos que hasta ahora está siendo negada. Hay una distancia tal entre jóvenes y adultos, que no hay conversación. El principio de cualquier pedagogía es que haya conversación. Me parece que lo que reclaman tanto los jóvenes de la secundaria es que no hay diálogo, por lo tanto no puede haber instrucción ni ningún tipo de explicación. Hoy la conversación tiene que girar en el tono de la sensibilidad y no en el de la moralidad. El abandono se produce cuando queremos instalar una conversación moral sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre lo que deberían hacer y no hacen. En cambio, si ocupa el lugar de la sensibilidad, esto es hablar sobre lo que nos pasa, nos gusta o nos disgusta, la tensión y la distensión, por ahí se puede establecer. Y establecida la conversación, hay pedagogía. Sino no la hay.

—¿Cómo repercute el abandono en el aprendizaje?

—Básicamente es la pérdida literal de la herencia, del pasado, repercute en cuanto que cada generación va a tener que reinventar el mundo por sí misma y esto es una tarea imposible. Lo que está provocando es la fractura entre el pasado y el futuro. Este es uno de los mensajes más terribles que se están transmitiendo hoy. Quiere decir: “abandonemos el pasado, hagamos un pacto de mediocridad y no conversemos”. Es un abandono muy terrible, tener que ser responsables de nuestra propia vida sin entrar en una línea histórica con la herencia.

—¿Cómo es una escuela ideal?

—No sé, hablaría de escuelas posibles. Creo que esto depende de la comunidad educativa y no tanto de gobiernos y leyes. No sólo es la escuela sino el lugar donde está, la gente y la vida dentro de ese espacio concreto. Tiene que ver con un lugar donde se conversa acerca de la herencia y la experiencia, ese es el punto en el cual estamos distantes: hoy se explica cierto saber, pero no se conversa acerca de mi experiencia, tu experiencia, nuestra experiencia. El ideal de escuela sería posible si es permeable a que cualquier otro pueda ingresar en ella. En la medida en que tenga mecanismos de defensa frente a lo extraño, a lo diferente, se vuelve imposible y todo lo contrario de lo ideal.

 

http://www.lacapital.com.ar/bicentenario/carlos-skliar-el-principio-cualquier-pedagogiacutea-es-que-haya-conversacioacuten-n258216.html

No tienes que ser bueno.

No tienes que caminar cien kilómetros

de rodillas a través del desierto, arrepentido.

Sólo tienes que dejar que el animal suave de tu cuerpo

ame lo que ama.

Háblame de la desesperación, de la tuya,

y yo te hablaré de la mía.

Mientras tanto el mundo sigue.

Mientras tanto el sol y los claros

guijarros de la lluvia

se mueven a través del paisaje,

sobre las praderas y los árboles profundos,

las montañas y los ríos.

Mientras tanto los gansos salvajes,

altos en el aire limpio y azul,

se dirigen a casa otra vez.

Quienquiera que seas, no importa que estés solo,

el mismo mundo se ofrece a tu imaginación,

te llama como los gansos salvajes, áspero y excitante,

una y otra vez anunciando tu lugar

en la familia de las cosas.

Una chica

El árbol ha entrado por mis manos,

la savia ha subido por mis brazos,

el árbol ha crecido en mi pecho –

hacia abajo,

las ramas salen de mí, como brazos.
Árbol eres,

musgo eres,

y las violetas en el viento.

Un niña – tan alta- eres,

Y para el mundo todo esto es un delirio.