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Fórmulas

Oh partícula de polvo de tus pies de loto
Oh ciudad de la isla del sol
Oh cascada de ghee
Oh arco de flores
Oh cuerda de abejas
Oh hija de la montaña nevada
Oh brote del árbol de coral
Oh collar de piedras de los deseos
Oh bosque de los deseos
Oh refugio del mundo
Oh loto de miles de pétalos
Oh flor de loto azul
Oh luna de almizcle
Oh gota líquida de piedra lunar
Oh el mundo bebiendo luz de luna
Una cascada de néctar cae de las flores de la mente

Oh tímidos ojos como un ciervo del bosque
Oh cuerpo fino como un rayo
Oh mecha bermellón de tus cabellos
Oh rizos hermosos como abejas jóvenes
Oh cabello suelto y disperso
Oh frente como una segunda media luna
Oh cejas ligeramente arqueadas
Oh tus ojos como abejas
(El día amanece en tu ojo derecho
La noche cae en tu ojo izquierdo
y tu tercer ojo es el crepúsculo)
Oh pestañas de plumas que perturban la tranquilidad
El mundo se crea cuando abres tus ojos
y se disuelve cuando los cierras

Oh los tres pliegues de tu cuello
Oh tus cuatro brazos suaves y esbeltos como el filamento de un loto
Oh el encanto de tus manos
Oh tu pecho el néctar de una jarra de rubí
Oh las ropas deslizándose en tus senos
Oh las curvas húmedas de tus senos
Oh la laguna profunda de tu ombligo
Oh la línea de vello en tu vientre una onda en el río
Oh tus muslos como tallos de plátano dorado
Oh tus rodillas redondeadas
Oh la delicadeza de tus tobilleras
Oh las corrientes de néctar que fluyen entre tus pies
Oh tus pies de loto tendidos sobre mi cabeza

El sol de la mañana abre racimos de loto en la mente de los grandes poetas
brillantes como finas piedras lunares dulces como leche y ghee
dulces como el aliento de loto de la Reina de la Palabra
y tus pendientes tintinean ligeramente mientras escuchas y asientes
tus pendientes brillantes siguiendo el compás con asombro y deleite
son pequeñas lunas que reflejan la luz de tus mejillas

Eres mente eres espacio eres el viento y el fuego que el viento lleva
Eres las aguas y la tierra no hay nada más
Este mundo sin luz está inundado con tu esplendor


FROM A HYMN TO THE GODDESS OF THE THREE CITIES
O speck of dust from your lotus feet
O island city of the sun
O waterfall of ghee
O bow made of flowers
O bowstring of bees
O daughter of snow mountain
O coral-tree blossom
O necklace of wishing-jewels
O forest of wishing-trees
O refuge from the world
O lotus of a thousand petals
O full-blown blue lotus
O moon of musk
O liquid drop from a moonstone
O world drinking moonlight
A waterfall of nectar falls from the flowers of the mind

O eyes as shy as a forest deer
O body slender as a lightning bolt
O streak of vermillion in the part of your hair
O curling hair beautiful as young bees
O hair untied and flowing
O forehead like a second half-moon
O eyebrows slightly arched
O eyes like bees
(Day dawns in your right eye
Night falls in your left
and your third eye is the twilight)
O feathery eyelashes disrupting tranquility
The world is created when you open your eyes
and dissolves when you close them

O the three creases in your neck
O your four arms soft and slender as the filament of a lotus
O the loveliness of your hands
O your breasts like ruby jars of nectar
O the clothes slipping from your breasts
O the sweating curves of your breasts
O the deep pool of your navel
O the line of abdominal hair like a ripple on a river
O your thighs like golden plantain stalks
O your well-rounded knees
O the soft jangle of your anklets
O the streams of nectar flowing between your feet
O your lotus feet set upon my head

The morning sun opens lotus clusters in the minds of great poets
bright as moonstone slivers sweet as milk and ghee sweet
as the lotus fragrance of the mouth of the Queen of Speech
and your earrings slightly jangle as you listen and nod your head
keeping time in wonder and delight your shining earrings
like little moons reflecting the brightness of your cheeks

You are mind you are space you are the wind and the fire the wind carries
You are the waters and the earth there is nothing more
This lightless world is flooded with your radiance

Eliot Weinberger (traducción de Luna Marina Companioni, en revista Erial)

Por: Ernesto Cardenal

Adán en el paraíso hablaba en verso, según una antigua tradición islámica. En realidad el verso es el primer lenguaje de la humanidad. Siempre ha aparecido primero el verso, y después la prosa; y ésta es como una especie de corrupción del verso. En la antigua Grecia todo estaba escrito en verso, aun las leyes: y en muchos pueblos primitivos no existe más que el verso. El verso parece que es la forma más natural del lenguaje.

«Todo indio es un poeta en potencia«, dice Grave Day, y podía haber dicho que todo indio es poeta; y lo mismo puede decirse de todos los pueblos primitivos. Jacob Drachler cuenta que en Dahomey la poesía es una ocupación cotidiana, tanto de la gente ordinaria como de los versificadores profesionales. En las islas Andaman todo el mundo compone cantos, aun los niños, dice M. V. Portman. Se dice que todo esquimal sabe danzar, cantar y componer poemas. El padre Charles de Foucauld escribió que entre los tuaregs todo el mundo hace versos. Y también R. F. Fortune nos cuenta que en la isla de Dobu todos componen canciones. Para cada acontecimiento hay una canción, y hay muy pocas imitaciones entre ellos, dice. «Toda mi vida es canto, y canto como respiro», le dijo un esquimal a Knud Rasmussen. En muchas tribus de los Estados Unidos, cualquier hombre o mujer puede componer versos, y muchas veces los poemas han sido improvisados durante la guerra, o en cacerías, o en ceremonias religiosas. El poema La llevada de la estatua fue improvisado por una anciana de la isla de Pascua a Alfred Métraux.

Así como se puede decir que todo primitivo es poeta, también se puede decir que todo primitivo es religioso. Y mucha de la poesía primitiva es religiosa. Según René Guénon, la palabra latina carmen (canto) viene de la palabra sánscrita karma (rito). Y además de la poesía claramente religiosa, existe entre los primitivos otra aparentemente profana y que puede tener, sin embargo, como el Cantar de los Cantares, un sentido místico. La investigadora y traductora de poesía indígena norteamericana, Mary Austin, dice que hay una clase de poesía común a todas las tribus, y que siempre ha sido considerada equivocadamente poesía de amor profano, pero es en realidad poesía mística: cantos del alma a Dios en la forma del lamento de una muchacha abandonada. Y hablando de los campas del Perú, el antropólogo Stefano Varese ha dicho que muchas veces un canto de invitación amorosa no se limita, en las intenciones del cantor, a una simple declaración sentimental sino que pretende también ser un encantamiento …

«El indio puede oír el alma», dicen los motilones que andan casi desnudos en las selvas de Colombia. Y los maidu de California del Norte acostumbran a hablar mucho de la «luz interior», y dicen: «No se necesita la luz de las hogueras porque se tiene la luz interior.»

Para los indios omahas los cantos penetran en el mundo invisible. Hay cantos que son revelaciones muy personales que ha dado Wakanda (Dios) en la soledad. y según Kenneth Rexroth, la poesía para los indios norteamericanos era algo parecido a los sacramentos o los sacramentales de los cristianos. Los antiguos nahuas de México consideraban a la poesía como la manifestación de Dios en la tierra. La oración de los taraumaras del México actual es la danza y la música («oramos por medio del baile y la calabaza», ha dicho uno de ellos). Y su danza dura hasta dos noches. Un indio de la tribu Fox, de Estados Unidos, ha dicho que cuando cantan a Manitú (Dios) él los oye, no puede dejar de oírlos, «es como si estuviéramos cantando en su propia casa». Los pawnees cuentan de un jefe que solía hablar a Tirawa (Dios) en la tormenta, y Tirawa le contestaba tras de las nubes (éste es el autor del poema Los cielos hablan). En cambio, tos amazules del Africa del Sur dicen: «De Unkulunkulu (Dios) ya no sabemos nada. El fue el primer ser; él brotó al comienzo. Nosotros no conocemos a su esposa. Y los antiguos no nos dijeron si tenía esposa.» Los pigmeos tienen muchos poemas en que se lamentan porque Dios los ha abandonado. Dicen que Dios al principio vivía con ellos, y los animales eran amigos del hombre. El paraíso en que estaban era la selva. Un día quebrantaron un mandato y Dios dejó de ser amigo de ellos, y se fue río arriba. Este es el relato más antiguo del África, según P. Schebesta que lo recogió.

Los indios sioux dicen que sus poemas los han recibido en sueños. Igualmente los yumas dicen que sus cantos los han recibido en sueños y que se necesita el poder de los sueños para cantarlos. Los guaraníes dicen que sus cantos más sagrados fueron obtenidos en sueños. En las islas Fiji se dice que los poemas son recibidos durante el sueño, en el mundo de los espíritus. En Australia a veces se piensa que los cantos se deben a los antepasados que se les han aparecido en sueños. (De la misma manera, los indios omahas dicen que los dibujos que ellos pintan en sus trajes y en sus tiendas son representaciones que ellos han tenido en sueños, y un pies-negro, al ver un fonógrafo, pensó que su inventor habría soñado ese instrumento.) Los indios arapajos componían sus poemas en trances hipnóticos durante sus Danzas del Espíritu, y también bajo el efecto del peyote. Según los esquimales, los cantos son inspirados por las almas que están en la región de los muertos.

Entre los yaquis, las llamadas «Danzas del Venado» son poemas que constan de dos estrofas: en la primera se describe un suceso del mundo natural; en la segunda, el mismo suceso se repite en un mundo místico, la Tierra Florida, mundo que está debajo del amanecer. Por la poesía y la danza se establece una relación o enlace entre los dos mundos, el mundo natural del acontecer diario y el sobrenatural. Y el mundo natural es presentado como una manifestación del mundo sobrenatural, dice Edward H. Spicer.

En algunas tribus de Estados Unidos el canto es una propiedad personal y nadie puede cantarlo sin el permiso del autor. Dice Mary Austin: «Uno puede regalar un canto a un amigo, o legarlo a la tribu al morir; o uno puede morir sin haberlo cantado a nadie más que a su Dios.» También existe entre ellos el Canto de Muerte, que sólo se canta al morir. La misma Mary Austin oyó a un anciano de la tribu yokut cantar su Canto de Muerte:

Toda mi vida
yo he estado
buscando.

Entre los guaraníes, los ascetas y los místicos son los que hacen los cantos. La oración de esos indios es el canto, la danza y la música, dice Alfredo López Austin. La poesía para ellos es dada por la divinidad, y es algo muy personal e íntimo de cada uno. Algunos poseen dos o tres cantos. Los que son más santos poseen muchos más. Para ellos una vida santa está inspirada en las danzas y la música. También dice López Austin que los guaraníes viven con los ojos fijos en el mundo ultraterreno; que su vida aparentemente transcurre en la rutina, pero está cargada de emociones místicas; y que su lenguaje es más apto para el canto y la poesía que para la comunicación cotidiana. En el poema Génesis se describe cómo Ñamandu (Dios) primero creó el lenguaje humano, que participa de la divinidad, después creó el amor al prójimo y los himnos sagrados, y después creó al hombre.

Los indios peruanos escribían sus poemas con nudos de varios colores. Los cantos de los chippewas de Estados Unidos fueron escritos con figuritas grabadas en corteza de abedul. En África los ashanti deletrean sus cantos con toques de tambor. Los ekoi de Nigeria los escriben en una lengua secreta sobre hojas de palmera.

Los huitotos de Colombia tienen cantos muy arcaicos, con palabras que ellos ya no usan y cuyo significado apenas conocen. Estos cantos, dice un misionero, ellos los bailan pintados sus cuerpos de muchos colores, acompañados con tambores y flautas. Muchas canciones de los indios yaquis son tan arcaicas que ni siquiera aparecen en su lenguaje litúrgico. Y los negritos de las Filipinas tienen una liturgia nocturna en un idioma sagrado que ya no es entendido por ellos. En las canciones de la isla de Dobu, las palabras arcaicas y las palabras modernas de lenguas extranjeras están mezcladas con gran libertad. En Australia a veces un canto es adoptado por un pueblo que habla una lengua diferente y que no conoce su significado. Hay indios norteamericanos que tienen poemas compuestos en lenguas secretas. Los yumas cantan con palabras cuyos sentidos ya nadie sabe. Y a los navajos no les importa que un mismo poema tenga dos o tres sentidos diferentes. Los yamanaes de la Tierra del Fuego tienen cantos que son puramente sonidos sin ningún sentido. Esos sonidos pueden significar para ellos diferentes estados de ánimo, como sorpresa o gozo. C. M. Bowra cree que éstos pueden ser los cantos más antiguos de la humanidad.

Entre los guaraníes algunos cantos son asequibles a todo el mundo, mientras que otros sólo pueden ser revelados a los miembros de la misma tribu o a veces sólo a unas pocas personas de mucha confianza. Y además del lenguaje corriente, los guaraníes tienen otros dos: uno es el lenguaje religioso («las palabras de los situados arriba de nosotros») usado por los ancianos y ancianas que han recibido las comunicaciones de la divinidad; y el otro es un lenguaje secreto del que sólo se han podido averiguar algunas palabras, frases y oraciones, y que se revela únicamente a los iniciados. Y hay entre ellos otra clase de cantos («los cantos verdaderos») que son ininteligibles aun para sus cantores.

Un anciano misionero e investigador de los tunebos de Colombia, el padre Henry Rochereau, me dio hace algunos años un canto mágico de estos indios que sólo el hechicero puede cantar y nadie puede oír. El padre había oído el canto una vez, escondido detrás de un cuero de res en la choza del hechicero, mientras éste cantaba creyendo que nadie lo oía; copió las palabras, aunque no todas las logró captar bien, y después empleó dos años en su traducción, no estando seguro de haberlas traducido todas correctamente. El canto era en una lengua muy arcaica; y cuando el hechicero se dio cuenta que le habían tomado el canto, huyó al monte y no se le volvió a ver más.

Entre los pieles rojas, los poemas pertenecían a un individuo, clan o tribu. Uno debía pagar si quería cantar un poema ajeno. Entre los chippewas los cantos eran comprados por considerables sumas de dinero. Un indio fiavajo dijo: «Yo siempre he sido pobre. No conozco ninguna canción.» En la isla de Dobu el autor de una canción conserva sobre ella sus derechos y no puede usarse para el baile sin su permiso; aunque después de que se ha danzado esa canción, puede extenderse hasta lugares lejanos llevada en canoas; muchas de esas canciones son de amor y fueron improvisadas por amantes.

Los cunas varían sus poemas cada vez que los recitan. Según ellos, «las palabras de los cantos no tienen por qué ser siempre las mismas», y se gozan en oír las variaciones. Otros pueblos han venido repitiendo por muchos siglos sus cantos sin variación alguna. Según los araucanos, es la tradición oral la que da permanencia al canto: dicen ellos que la palabra escrita se pierde, pero la palabra oída dura para siempre. Los koguis de la Sierra Nevada de Santa Marta {Colombia) se enorgullecen de que ellos no han tenido necesidad de inventar la grabadora como los blancos: los cantos los tienen grabados en su corazón. Pero un anciano shamán de los campas del Perú, frente a la grabadora que había grabado sus cantos, preguntó: «¿Cuando yo muera estos cantos van a quedar?»

En algunas tribus se considera que la poesía tiene valores curativos. Los esquimales tienen cantos para calmar la cólera y para apaciguar los vientos. Entre los guaraníes hay cantos poderosos para dominar las enfermedades de la tribu, y aun para matar a los jaguares. El largo Canto mágico para curar la locura de los indios cunas es efectivamente usado para esa curación. En el golfo de Urabá, de Colombia, yo di a un indio cuna el texto de este canto, publicado en cuna por el Museo de Gotenburgo, Suecia, y él me lo agradeció mucho, pues decía que nunca se había podido aprender el canto, que es muy largo.

El «Canto Nocturno» de los navajos dura varios días con sus noches. Pero generalmente los poemas primitivos son muy breves. Entre los chippewas hay poemas que son sólo de dos palabras. Según unos indios norteamericanos, los cantos de los blancos «hablan demasiado». Y un indio papago dijo a Ruth Underhill: «Nuestros cantos son tan cortos porque sabemos mucho.» Una vez, el padre Cesáreo de Armellada, misionero e investigador, dijo a un indio venezolano que sus cantos eran monótonos, y él le contestó: «Menos tonos sabe el sapo, y se pasa las noches cantando.»

La poesía primitiva, por lo general, no tiene rima consonante ni asonante. El inca Garcilaso de la Vega decía de la poesía quechua que es libre. Pero con mucha frecuencia hay una «rima» a base de paralelismo o repeticiones. En muchos casos el ritmo es muy acentuado, y entre los indios norteamericanos el ritmo del verso es el del tambor. Palabras y música muchas veces van juntas, y una vez Natalie Curtis preguntó a un poeta navajo qué componía primero, si la música o la letra, y él contestó sorprendido: «Un canto es palabra con música; las dos cosas van juntas.» Muchas veces esta poesía primitiva va acompañada de instrumentos musicales. Y una característica de la poesía primitiva de todos los tiempos es que no está hecha con ideas abstractas sino con imágenes concretas.

La reunión de la presente antología es una labor de muchos años. He utilizado algunas pocas antologías que han sido hechas, pero principalmente he utilizado muchos trabajos especializados, libros, folletos y revistas de carácter científico, consultados en varias bibliotecas. Generalmente las traducciones las he tenido que retocar un poco, modificando el orden de las palabras por razón del ritmo, haciendo más fluida la sintaxis, dando más claridad o exactitud al verso según las notas u observaciones del mismo investigador, o simplemente dando corte de versos a lo que había sido recogido como prosa. Pues estas traducciones nunca se hicieron con criterio poético, sino con criterio científico. Por traducción con criterio poético no entiendo una que sea más libre o esté más alejada del original, sino una que sea más fiel a la poesía del original. En algunos cuantos casos los poemas me fueron dados por los propios investigadores. Los poemas de la tribu paez me fueron dados por un joven de esa tribu, traducidos por él. Una cantidad considerable de los poemas de esta antología fueron traducidos del inglés. El Canto de la creación de los huitotos fue traducido por Preuss al alemán, y yo utilicé una traducción al español de esa traducción, que encontré inédita y sin autor en la Biblioteca del Museo de Antropología e Historia de Bogotá, haciéndole algunas pequeñas modificaciones basándome en el texto alemán y en el original indígena que también reproduce Preuss. En el caso de dos poemas pawnees yo mismo los traduje de la lengua indígena utilizando un glosario, pues las traducciones estaban muy alejadas del original. Por todo esto resultaba muy complicado dar crédito a las fuentes. He preferido que esta antología vaya sin una sola nota y sin bibliografía. Este no es un libro científico, es un libro de poesía.

Como los deseos,

que no pueden estar quietos,

se apuran, escapan, crecen, se achican,

no saben esperar,

tienen forma de otros deseos,

se mezclan para hacer deseos nuevos,

y después ya no se sabe.

(Nubes)

Como disimular la risa

en un lugar lleno de gente.

Como el alivio de llegar.

(Charco)

Como irte y volver.

Como quedarte.

Como moverte en todas las direcciones. 

Como llegar al lugar de descanso

y perderlo

y encontrarlo otra vez

y volver a perderlo.

(Olas)

Como el frío de la mañana,

con el viento, el pasto, el sol de la mañana,

con los olores de la mañana,

con el último bostezo

y el primer suspiro

de la mañana.

Como el frío de la noche.

Con el viento, el pasto, la luna de la noche.

Con los olores de la noche.

De la noche.

(Arroyo)

Eduardo Abel Giménez, en Como agua

Yo, pobre mortal,
equidistante de todo
yo, DNI 20.598.061,
yo, primer hijo de la madre que después fui,
yo, vieja alumna
de esta escuela de los suplicios,
amazona de mi deseo,
yo, perra en celo de mi sueño rojo.

Yo, reivindico mi derecho a ser un monstruo,
ni varón ni mujer,
ni XXY ni H2O.

Yo, monstruo de mi deseo,
carne de cada una de mis pinceladas,
lienzo azul de mi cuerpo,
pintora de mi andar,
no quiero más títulos que cargar,
no quiero más cargos ni casilleros adonde encajar,
ni el nombre justo que me reserve ninguna ciencia.

Yo, mariposa ajena a la modernidad,
a la posmodernidad,
a la normalidad,

oblicua,
bizca,
silvestre,
artesanal,
poeta de la barbarie.
Con el humus de mi cantar,
con el arco iris de mi cantar,
con mi aleteo
reivindico mi derecho a ser un monstruo
y que otros sean lo Normal.
El Vaticano Normal.
El Credo en dios y la virgísima Normal.
Los pastores y los rebaños de lo Normal.
El Honorable Congreso de las leyes de lo Normal.
El viejo Larousse de lo Normal.

Yo sólo llevo las prendas de mis cerillas,
el rostro de mi mirar,
el tacto de lo escuchado y el gesto avispa del besar.
Y tendré una teta obscena de la luna más perra en mi cintura
y el pene erecto de las guarritas alondras.
Y 7 lunares,
77 lunares,
qué digo,
777 lunares de mi endiablada señal de crear.

Mi bella monstruosidad,
mi ejercicio de inventora,
de ramera de las torcazas.
Mi ser yo entre tanto parecido,
entre tanto domesticado,
entre tanto metido de los pelos en algo.
Otro nuevo título que cargar:
¿Baño de damas? ¿O de caballeros?
O nuevos rincones para inventar.

Yo, trans…pirada,
mojada, nauseabunda,
germen de la aurora encantada,
la que no pide más permiso
y está rabiosa de luces mayas,
luces épicas,
luces parias,
Menstruales, Marlenes, Sacayanas, bizarras.
Sin biblias,
sin tablas,
sin geografías,
sin nada.
Sólo mi derecho vital a ser un monstruo
o como me llame
o como me salga,
como me puedan el deseo y las fuckin’ ganas.

Mi derecho a explorarme,
a reinventarme,
a hacer de mi mutar mi noble ejercicio.
A veranearme, otoñarme, invernarme:
las hormonas,
las ideas,
las cachas,
y toda el alma.

Ámen.

Susy Shock, para ver

Gloria de las ciruelas, fémur de la gloria.

Gloria de los helechos

sobre un plato renegrido.

Gloria de los sauces, gloria de los escarabajos

Gloria de la larguísima obediencia

del martín pescador.

Gloria de los pájaros acuáticos, Gloria

de la sed.

Gloria del latín

de los muertos y su gramática

de la descomposición.

Gloria de los ojos de mi padre

que, al morir, cerró

adentro de la tumba,

y abrió de nuevo con más brillo aún

en mi interior.

Gloria de los potrillos renegridos

que galopan furiosos

dentro de sus

potrillos renegridos.

Gbenga Adesina

A veces me encantaría no decir nada y solo hacer un listado de palabras que ocupen el tiempo. Un listado con mis palabras favoritas:

Lombote

Lonja

Ponchada

Refucilo

Orear

Fajinar

Tupido

Revienta

Pando

Picaflor

Chilcal

Chinela

El verbo achuzar

El adjetivo chuzo

Chanfleado, aunque no sé si chanfleado es una palabra que se use en todos lados o solo en Cabrera.

Palabras para mirar. Eso y nada más.

A veces solo quiero quedarme callado. No hablar. No escribir. No hacer nada, por mucho tiempo.

Una palabra no doma el cuerpo.

Ninguna palabra doma la pena. Ninguna palabra la espanta.

Ninguna palabra la logra decir de verdad.

Federico Falco, en Los llanos

La poesía es mi aproximación a la realidad (Beatriz Vallejos)


Bien. Regreso a mi ciudad lejana, temprana adolescencia, al alto mueble de tiempo y libros atesorados por mis padres, que me esperan en la quinta de Rincón. Algunos libros con la firma todavía legible de mi abuelo, que ya no está. Ese fue el mapa literario que recorrió la avidez de mi infancia. Seguramente una lectura desordenada, pero sí de algún modo coherente. Romain Rolland y Gorki, Víctor Hugo, Zola, Dostoievski, Tolstoi. Ah, y Dante. Dante de mi madre italiana, Dante de Beatriz por quien llevo mi nombre. Y en la cesta de las labores de mi madre, junto a la mecedora en la galería, siempre algún libro de turno, los del lugar: Manuel Galvez, Domingo Silva… la mítica casa de los cuervos, la hermosura de El Tempe argentino. Y creo que allí, donde para mi la sombra era azul, allí la literatura dejaba de ser palabra impresa y me rescataba sino – ¡y que pronto lo comprendí!- algo que latía en todas las cosas y seres, algo que estaba en la sombra y en la luz con apacible presencia: el misterio. El misterio que contestaba mis interrogantes o que me interrogaba en un juego que no ha concluido aún.
La razón por la que escribo es una consecuencia natural de todo lo anterior. Los míos fueron pioneros del arte de curar. Mi abuelo materno, el primer médico afincado en la costa. Mi padre, el farmacéutico de Colastiné, cuando Colastiné era puerto de ultramar. Y más allá, remontando la herencia paterna, la preciosa referencia de los guaraníes en las miles de plantas medicinales que los jesuitas ordenaron en un libro.
Todo esto signó la vocación de señalar por la poesía de las coordenadas de equilibrio en lo armonioso que la naturaleza brindaba. La comprensión de la realidad en su dolida circunstancia y del posible remedio (¿del alma?), sí, sin duda ha sido determinante ético que extraje de siempre, desde que escuchaba a mi madre sus testimonios de los malones mocovíes en San Javier. Y todo era cercano y vívido. Esa puede ser la razón y no ha cambiado.
Solo ocasionalmente, me sitúo a opinar sobre mi poética. Y es una especie de desdoblamiento, siendo que la poesía es el territorio viviente y el concepto la aceptación de esa diferencia. Vivir en estado poético es mi natural respiración. Opinar sobre ello seria, es, acaso, solo un intento esforzado, por cuanto me hiere tener que afirmar “mi poética”. Me parece que invado pertenecías. “Mi”, “yo” es lo que pronuncio con acentuado pudor desde hace tiempo. Es otra la certeza (¿vos decís no hay certeza?). Es otra la identidad. La misma la de siempre la de entonces. La que abrazo desde todos los ángulos. No es el centro de la vida mi vida, sino que todo es centro, centelleo grávido, de fruto, de aromado ritmo. Si permito participar de la ortodoxia gramatical, al análisis, algo es dañado. Dije una vez: extraer la palabra con amoroso cuidado para que no se quiebre en retórica. Eso es que esa palabra va a dar convertida en poema, es decir, en infinito. También exprese: tomo del silencio las palabras que me son necesarias. Puedo decir que la escritura poética aparece en pequeñas precipitadas hojitas; primero como una especie de clave y a partir de allí como la música que hubiera deseado componer. Acuden o fluyen desde alguna región inmanente que estará en mi memoria, o que la Memoria me ofrece. Crecí entre islas y gente de grande pausas coloquiales. Mi escritura fue siempre un hecho intuitivo en la medida de mis interrogantes y certezas (insisto con esto). Del poema pienso que gira en su propia incandescente certidumbre y es válido siempre. No pertenecerá al tiempo lineal, sino que será grávido, al alcance de la mano como un fruto, e ingrávido en su constelación inasible, donde de otra manera prismática nos conmueve. Es decir no enteramente traducible, sino algo así como incorporado ¿no? a otras consecuencias misteriosas embrión de otros poemas…
En los años en que mi salud me permitió realizar el apasionante oficio de laquista, no había diferencia entre la poesía y el vocabulario de las resinas en las veladuras y transparencias. Hermanada la síntesis con la abstracción. La temática era la misma. Quise expresar el viento, los reflejos del agua, la siesta con zorzales y chicharras, los vitrales del atardecer… Ahora que esa cautivante artesanía está relegada de mis posibilidades, concretas, físicas, regreso a los poemas, a pretender con las palabras extender la luminosidad de vitrales, “la participación de la música en fragancias” como dije un poema.
Digo la Biblia, el Eclesiastés… pero ya no releo: recuerdo. Recuerdo cómo fue mi infancia El maravilloso formular de un sentimiento que brotaba puro y humilde: yo escribía mi libro “El libro de Beatriz”. Leo, releo, deletreando, el libro de Naturaleza.
Cuando leo verdaderos poemas siento que la realidad es perfecta. Es decir sensiblemente perceptible. Pero cuando hay que leer y dejar de lado al primer renglón… La poesía es mi aproximación a la realidad. La realidad visible-no visible. Y entendiendo que el que se aproxima se distancia. ¡Pero atisbando ahí felizmente a veces la inasible comprobación!
Nada es separable. Y todo es uno. El lirismo el arabesco grácil de los interrogantes eternos.
Como lo entendemos en la costa, el paisaje es el cielo que se copia en los charcos, es nuestro pasó entreabriendo el varillal y ese grito que cruza de isla en isla quién sabe de quién. Sin opciones entre sudestadas y crecidas, es el sentido práctico del existir. La tradición es del limo que todavía no afirmó su condición de suelo. Su estilo es el río en vueltas y vueltas. Toda esa presencia si, tiene un “aura”. El árbol y el pájaro cantor que con una gota de agua con él pico afina la distancia el reservorio mítico del litoral tiene vigencia. Percibimos la mediumnidad de la siesta. El chico que patea gritos en la panza de arena… emite un “aura”. No hay margen para discurso. Todo es transparente y profundo, no sé si oriental. La Sinfonía máxima del “aura” en su palpable luz. “Esos brillos”… Quien si no el patriarca poeta Don Juan Laurentino Ortiz a la orilla de nuestros ríos y la inefable música de toda transparencia. Espíritu. Convocante de la delicadeza y los pétalos, el irupé en la bandeja del agua ofrecida los júbilos. Incontaminado aire incontaminado, celeste litoral, y esos cielos liliáceos de todo atardecer… No sé si Oriental. El saliente y poniente: Así es de simple la concepción del mundo
. El mundo está aquí nomás.
La inocencia… cuando la inocencia tiene conciencia de sí, algo se ha perdido. Si al parecer es naif, es decir ingenua, la poesía que escribo, será por imperativo maternal de ofrecer mundos posibles de armonioso y fértil equilibrio. Será para relegar lo problemático y oscuro. Oscuro no es lo mismo que hermético. Hermético es el embrión potencial que fulge latente en toda potencialidad de vida. Oscura es la tramposa acrobacia del intelecto, lo racional entramado a otros esquemas de acontecer prejuiciosos
. Ingenua… candorosas sí. Por otra parte, la cultura no es suma de información, de lecturas literales, sino conocimiento, resumen de la esencia; un estar en el mundo, a fondo, padecido conscientemente. Ese es el cierto nivel. Y después… la audible música del silencio, la visión del trasfondo la gratitud de ser partícipe. Y poder, aunque sea balbuceando, asentir que nos hemos reconocido en el mundo.
Me gustaría saberlo. Me gustaría saber que llega a destino, es decir, que abre ventanas ¿Para qué me sirve a mí? Para entender la realidad, porque necesito traducir la constantemente. Si la poesía le sirve al prójimo y me sirve, sirve. ¿Sirve de algo? ¿De nada? ¿Quién sabe?
Pienso que la transparencia es siempre enigmática. Lo hermético participa potencialmente en condición de embrión, de ese misterio adelantado por la luz de gema, por el parpadeo de lo insondable qué es la transparencia. El poema es la instantaneidad perdurable.
Reitero: mi taller literario fue el ámbito que signó mi vida. Mi padre insistió sobre la precisa, resplandeciente condición de idioma del guaraní. Señalaba la importancia del idioma en la percepción musical de la síntesis. Repetía un ejemplo sencillo: que la luna, yasy, traía su significación de astro que lucía de noche y que su brillo era plateado. Todo eso en una sola palabra, señalaba mi padre. También me transmitió su admiración por los griegos, “el laconismo de los griegos”… además paralelo a esto viví, conviví, respire, las realizaciones de los plásticos que nos honran con su antigua amistad y que además fueron mis maestros. De Enrique Estrada Bello presté atención a la naturaleza, al entendimiento de la humanidad de la naturaleza. De Matías Molina el fervor del impromptu de la difícil sencillez de la transparencia. Y señalando como el determinante preciso de lo que quise como modelo para mí expresividad por el poema, aquel lejano día de mi adolescencia en que contemple un cuadro azul, tan azul… apenas surcado por una línea blanca que se adivinaba tal vez iluminado por la luna (que no estaba en el plano). Era un cuadro de Suspisiche. La concesión de mis poemas ¿vendrá de esa excepcional lección? décadas después me enteraría de que existía Ungaretti, que los chinos y los japoneses decían profundidades con “el aplauso de una sola mano”. Regresé tantas veces al laboratorio de mi padre, que entraba en puntas de pie y aprehendía su respetuoso que hacer sobre la balancita de precisión. Admiré las manos de mi madre inclinada sobre hebras tejedoras, cándidos volcanes de la harina. ¿Vendrá la concesión de mis poemas de algo así?
Consideró que escribo un solo libro: el collar de arena, que se integran sucesivas poemarios. Los poemarios son como “pequeños opus” al decir de Rubén Sevlever. Partes, secuencias de ese ritmo de poesía. No sé cuándo es collar tendrá su último poema. Siempre creo en la vuelta abierta de aquel enhebrar que termina diciendo: “Si la canción es el silencio. Si no pudiera detenerme ¿Cómo existieras sin mí, libertad?”
Actualmente escribo creo que como siempre. La manía enumerativa no recurrió, me parece, en lo que escribo. Parto o regreso de la Irreversible verdad, la realidad inabarcable, polifacética; su dimensión cósmica felizmente prueba la venida de nuestro ego. Y las verdades esenciales se manifiestan con rigurosa economía. Es lo que intento en participación de poema. A veces pienso que son apariciones fortuitas eso que llamamos poemas. Si que tengo que corregir ya no considero válido. A lo sumo una mayúscula, un espacio…No entiendo ciertos métodos cuando dicen que “trabajan un poema” sufro por él, por el poema.
Un poema es una estrella de Cardo que vuela y en algún lado propicio se asienta y alguna vez germina. Creo que ese es el destino de toda poesía. No puedo detenerme en una frustración que no es la mía. Confío en el Terrón germinal que recibirá ese vuelo apacible sin la obsesión de una promoción que jamás estuvo en mis planes. Si, una fervorosa comunicación. Creo en la sacralidad de la palabra. Además ¿regional? ¿O marginal?.. Una vez pensé de alguien que era enraizado y libre a la vez, transparente y a veces ¿por qué no?, algo entoldado. Y quiero para mí esta conclusión: era tan de aquí que parecía de otra parte

La voz humana

Era de noche. Volvía de la plaza de Mayo, donde había estado trabajando durante una manifestación, y me metí en el metro. Caminé por un pasillo azulejado y, cuando doblé por otro, me llegó por la espalda una voz que cantaba. Fue como si me hubieran golpeado los pulmones. Me detuve en seco. ¿De qué estaba hecha esa cosa? Parecía una materia formada por partículas de nieve y chispas de fuego y huesos de animales preciosos, con capacidades químicas para producir la alteración y la locura. La voz cantaba una canción machacona y sensiblera de Marco Antonio Solís y, cuando llegó al estribillo —«no hay nada más difícil que vivir sin ti»—, sentí que me asfixiaba. Regresé sobre mis pasos y miré. Vi, sentado en el piso, a un hombre ciego tocando la guitarra y, a su lado, a un chico de unos diez años. De él brotaba esa voz cargada de un dolor sulfúrico, llena de pasado, que me hundía un espolón de fuego en la garganta. Y, mientras hacía eso —mientras me hacía eso—, el chico, Dios mío, jugaba, sin levantar la vista, al Candy Crush. Era como ver a Mozart tocando el piano y revolviendo, a la vez, una olla sobre el fuego. Voyeur invencible, me quedé mirándolo. Me dejé enardecer, detenida en mi aleph de éxtasis, y el chico cantó esa canción una, dos, tres veces, sin dejar de jugar, sin levantar la vista, mientras yo, con la espalda contra la pared, me sentía cruda y poderosa, contemplando la vida de los muertos y la muerte de los vivos y viendo abrirse, ante mí, las puertas del entendimiento. ¿Si hablé con él, si me preocupa su destino? Qué preguntas tan obvias. No estoy hablando de eso. Estoy hablando de otra cosa. Estoy hablando de aquel pasaje de William B. Yeats: «tan honda fue mi felicidad, que me sentí bendito y pude bendecir». Tan honda fue mi felicidad, que me sentí bendita y pude bendecir. Y eso duró cinco minutos que, como todo el mundo sabe, es lo que dura la felicidad.

Leila Guerriero, en Teoría de la gravedad