Mar del otoño, vienen
verdes tus olas, aunque ya debieran
estrellarse en espumas amarillas.
Me gustaría, mar, llegar mañana
a tus riberas y encontrarte todo
como un bosque caído.
Me internaría, mar, en ti pisándote
con la misma dulzura que las hojas,
de aquellas arboledas,
distantes del colegio,
que se iban muriendo hacia la playa.
Andaría por tí, mar del otoño,
hasta sentirme extraviado, hasta,
verme perdido entre tus olas secas.
¡Qué soledad entonces, qué alegría,
lejos, incluso, mar, de lo que amo,
en tus mudos dominios!
Pero no; que yo sé que no estás muerto,
que no te mueres nunca y nos ofreces,
en tu espejo continuo, lo que acaso
debiera ser la imagen verdadera
de nuestra simple infatigable vida.
Rafael Alberti