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Pasado

Yo tenía ganas de hacer como los dos hombres que

vi sentados en la tierra cepillando hueso. Al principio creí

que aquellos hombres no estaban bien. Porque se la pasaban

sentados en el suelo todo el día cepillando hueso. Después

aprendí que aquellos hombres eran arqueólogos. Y que

hacían el servicio de cepillar hueso por amor. Y que

querían encontrar en los huesos vestigios de antiguas

civilizaciones que estarían enterradas por siglos

en aquel suelo. Entonces pensé en cepillar palabras. Porque

había leído en algún lugar que las palabras eran

caparazones de clamores antiguos. Yo quería ir detrás de los

clamores antiguos que estaban guardados dentro de las

palabras. Yo sabía también que las palabras poseen

en su cuerpo muchas oralidades remontadas y muchas

significancias remontadas. Quería pues cepillar las

palabras para escuchar la primera mueca de cada una,

Para escuchar los primeros sonidos, aunque todavía

bígrafos. Empecé a hacer eso sentado en mi

escritorio. Pasaba horas enteras, días enteros

dentro de mi cuarto, encerrado, cepillando palabras.

Entonces mis amigos preguntaron, ¿qué hacía todo el día

encerrado en aquel cuarto? Les respondí, medio

entresoñado, que estaba cepillando palabras.

Les pareció que yo no estaba bien. Entonces tiré

el cepillo afuera.

Manoel de Barros, Memorias inventadas

Aquellas botellitas de perfume, aquellas botellitas color oro, color limón de oro, color perfume, aquellos porroncitos diminutos, aquél sándalo, aquella clavelina, esa violeta, pesaban como un higo, como un solo grano de uva, rojo y rosado y color oro, como un grano de uva roja y rosada y color oro aquellas botellitas increíbles. En torno a ellas reconstruyo la casa.
¿Dónde habitarán ahora? ¿Sólo en un recuerdo, en un espejo, en la fotografía más vieja? A veces, transitan por el aire, las conozco; se dirigen allá, llegan a aquel lugar estratégico. Y mis trenzas de antaño las encuentran.

no se asuste señor
no soy una espía
no vengo a quitar empleos
no quiero cortar el gas
solo me detengo a mirar
la maravilla del vacío.
entre edificios, cómo le explico,
yace aquí un hueco único
Interrumpo mi ruta
me quito el casco,
dejo el interior de mi mochila en la vereda
para presenciar tranquila
el derrumbe.
Cuento los escombros
enumero los plantines, cardos, dientes de león
y enmarco los azulejos rotos
de la tina que alguna vez estuvo ahí.
no se asuste señor
no hago censos ni denuncias solo
amo lo que fue y todavía no es.

Catalina Guebel (inédito)

Entonces

Antes, mucho antes
en el tiempo del que te estoy hablando
cuando era chica
cuando mi madre era chica
mi abuela
cuando la guerra
cuando la Depresión la Ley Seca
cuando el rito mozárabe bate en ordalia doble
la cátara herejia
cuando llegaron a América
cuando Erik
cuando la Tetralogia
cuando se estrena Traviata en el Colón, a sólo cinco años
del estreno en Paris
aproximadamente cuando
abrió Cartier y el país salía
recién de la mazorca
——————————–(¿ves…
que nada es garantía?)
Cuando todo asi de aproximado, erróneo
equivocado, evocado
como las citas de Curtius durante la guerra o Borges
en su memoriosa ceguera o Paz
y tantos otros en lo ciego
————————–de su apurada ambición

——————————–

o cuando
los egipcios o cuando
construyeron las pirámides
los aztecas
solían
cuando
la Capilla Sixtina o el metro
de Moscú
solian
cuando
el califa Omar o los soldados de César
destruyeron
la biblioteca de Alejandria
o Nerón Roma
o Dios
la Torre de Babel
o la hierba
el caballo de Atila
——————————–(¿dónde quedó, María,
tan ardua, la flecha suspendida
como el aliento en la boca
del padre de Tristán? Siempre duele la espera,
¿no? Hasta esperar
el final de una frase, un argumento, duele,
no?)
cuando
———–cada cual lo suyo
destruyó y hubo
destruido
o armado o hecho o fraguado o erigido

 

o cuando el detective va y encuentra el cuerpo y
o cuando el marido va y la ve y ve que el chico
o cuando la amiga se da cuenta y

Entonces

cuando cae
cuando la noche
cuando viene
todo lo que viene
después
todo lo que por lo general sucede en presente
histórico o no necesariamente
después de
algo
sólo aparentemente conclusivo
que sin embargo se abre

Ya escribió sus Tristias y se divierte

arrojando piedras y caracoles al mar.

Ovidio cumple cincuenta y nueve años

en su exilio de Tomis.

Está solo, enfermo y naturalmente abatido.

Las piedras son sus abuelas: él sabe escucharlas

y las reenvía de nuevo a casa.

Una de ellas revela una textura extraña

y habla en un idioma desconocido: late.

El poeta la lanza al cielo y desaparece

por la abertura de un rayo verde.

Me dirijo hacia las aguas

donde mi barca ya ha naufragado.

Es lo último que escribió

Christian Kupchik

Preguntas adioses reencuentros
XI

Y éste es el sol, no el del poema, sino el sol, el que
ilumina,
y ésta es la mujer que cegaba como un sol en el centro
de la noche,
y ésta es la luz, la que transparenta los árboles que
tiemblan en el aire como si palabras fuesen:

-¿Falta mucho para la ciudad siempre lejana?

-No sé, pero recuerdo como si fuese ahora: sobre sábanas muy blancas y encrespadas, todo el mar

¡Qué misterio el pasado! ¡Y cuán verdad es que nos damos a nosotros mismos a los objetos que nos rodean! Los creemos inanimados y, no obstante, viven; viven con la vida misteriosa que nosotros les hemos dado. En cada fase de nuestra vida nos despojamos de nuestro ser entero y lo olvidamos en un rincón del mundo. Todo este conjunto de cosas inefables que hemos sido nosotros mismos queda allí en la oscuridad, no siendo más que uno con los objetos que hemos impregnado sin saberlo. Un día, por fin, por casualidad, volvemos a ver estos objetos; surgen ante nosotros bruscamente y helos aquí que, en el acto, con el todopoder de la realidad, nos restituyen nuestro pasado. Es como una luz súbita; nos reconocen, hacen que les reconozcamos, nos vuelven a traer, completo y deslumbrante, el poso de nuestros recuerdos, y nos devuelven un maravilloso fantasma de nosotros mismos, el niño que jugaba, el joven que amaba.¡Y cuán verdad es que nos damos a nosotros mismos a los objetos que nos rodean! Los creemos inanimados y, no obstante, viven; viven con la vida misteriosa que nosotros les hemos dado. En cada fase de nuestra vida nos despojamos de nuestro ser entero y lo olvidamos en un rincón del mundo. Todo este conjunto de cosas inefables que hemos sido nosotros mismos queda allí en la oscuridad, no siendo más que uno con los objetos que hemos impregnado sin saberlo. Un día, por fin, por casualidad, volvemos a ver estos objetos; surgen ante nosotros bruscamente y helos aquí que, en el acto, con el todopoder de la realidad, nos restituyen nuestro pasado. Es como una luz súbita; nos reconocen, hacen que les reconozcamos, nos vuelven a traer, completo y deslumbrante, el poso de nuestros recuerdos, y nos devuelven un maravilloso fantasma de nosotros mismos, el niño que jugaba, el joven que amaba.

Victor Hugo, en Los Pirineos

Es olvido
Juro que no recuerdo ni su nombre,
Mas moriré llamándola María,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas,
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Sólo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el celeste nombre de María,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aun, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la quería
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale más una hoja enmohecida,
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.
Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.

https://www.youtube.com/watch?v=Hui8SPxir8w (versión de Goyeneche)

https://www.youtube.com/watch?v=6glSdphKZu4 (versión de Lidia Borda)

Estoy mirando mi vida
en el cristal de un charquito
y pasan mientras medito
las horas perdidas,
los sueños marchitos.
Y están tus ojos queridos
en el espejo de barro,
fantasmas de mi cigarro,
reproche y olvido,
consuelo y perdón.

Vuelven tus ojos lejanos
con el llanto de aquel día…
pensar que puse en tus manos
una culpa que era mía,
pensar que no te llamé
y me alegré
mientras estabas penando,
pensar que no te seguí
y me reí
cuando te fuiste llorando…
Y hoy que no vale mi vida
ni este pucho de cigarro
recién sé que son de barro
el desprecio y el rencor.

Así, midiendo tu pena,
noches y noches consumo,
buscando ver en el humo
del pucho que fumo
tu imagen serena.
Y al encontrarte perdida
entre cigarro y cigarro
sé que fue todo de barro,
de barro mi vida,
de barro mi amor.