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Comunidad

Hace unos años triunfaron las metáforas que tenían que ver con las burbujas: las esferas con las que el filósofo alemán Peter Sloterdijk1 describía el desarrollo de la vida moderna en la que la convivencia era una forma de coaislamiento; las vidas adosadas, con las que Pere Saborit2 nos acercaba a la vida contemporánea a través del imaginario de las urbanizaciones, o también los nodos, los espacios vitales, los monovolúmenes o, incluso, la cámara de aire que debía garantizar la juventud eterna a Michael Jackson.

Ahora Michael Jackson ha muerto sin haber envejecido y las burbujas que daban un falso respiro a nuestras vidas han estallado una tras otra. Nos encontramos con que debemos volver a aprender a respirar. La vida a la intemperie no necesariamente se encuentra al aire libre. Porque con una hipoteca al cuello, con vidas a cargo o con una vejez a la que dar cobijo, el aire no es libre sino temible. Una bocanada asfixiante.

Volver a aprender a respirar quiere decir cambiar las burbujas particulares por espacios comunes habitables. Abandonar el coaislamiento para aprender la cooperación. Y desertar del dogma de la autosuficiencia para incorporar la interdependencia. Muchos deben hacer este aprendizaje a la fuerza: volver a casa de los padres cuando se quedan sin ingresos, compartir pisos atestados, vivir de la pensión de los abuelos… Aunque coincidan las formas, estos fenómenos no son una victoria de la cooperación contra la privatización de la vida, sino expresiones de una derrota que lo que hacen es enrarecer todavía más el aire de las burbujas, ahora más irrespirable. Seguimos coaislados, pero más apretados.

Vivir en común no es caer los unos sobre los otros, sino mancomunar nuestras vidas. Utilizo esta palabra, mancomunar, para evitar la tentación, cada vez más fuerte en Europa, de imaginar la vida en común bajo figuras de unidad. Figuras de unidad son la comunidad, la nación, el pueblo, el Estado… Todas ellas son palabras en singular, cuando las vidas que somos, si se encuentran, son en plural. La fuerza de la unidad pretende recoger las burbujitas aisladas en una burbuja más grande que dice ampararlas, reconocerlas y asegurarlas. Pero son unidades frágiles y, en el fondo, tramposas. Quizás la única unidad irreversible que tengamos, por ahora, sea la del planeta. Hasta que no habitemos otros, como anuncia Hawking, la pluralidad de mundos que somos deberá convivir en un solo mundo, donde también nos puede llegar a faltar el aire.

Mancomunar es un verbo activo que no presupone nada, excepto la voluntad de compartir medios y fines, recursos y acciones, horizontes colectivos y decisiones individuales. Es un verbo que crea un vínculo a múltiples escalas y dimensiones de la vida, personal y colectiva. Es un verbo que nos recuerda que las comunidades no son, sino que se hacen y se deshacen, se inventan, se transforman y se imaginan. Y que esta creación abierta es la verdadera respiración de la vida política.

1. Peter Sloterdijk, Sphären, Fráncfort, Suhrkamp, 1998, 1999, 2004. Hay traducción castellana: Esferas, Madrid, Siruela, 2003, 2004, 2006.

2. Pere Saborit, Vidas adosadas, Barcelona, Anagrama, 2006.

Marina Garcés, en Fuera de clase