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Crecer

Cuando plantamos un árbol, ¿qué hay dentro de la semilla? Hay un árbol pequeñísimo. Puede parecer divertido, pero si tomamos una semilla y la partimos, vemos que en su centro hay un árbol pequeñísimo, con raíces minúsculas, un tallo pequeñito y hojitas también minúsculas. En el fondo, el crecimiento de un árbol es el crecimiento de ese embrión que vemos en el centro de la semilla. El fresno es el mejor árbol para comprender esto. Si te encuentras una semilla de fresno, tienes que coger un cuchillo y partirla a lo largo para poder ver el pequeño fresno que hay dentro.

Francis Hallé, en La vida de los árboles

El comercio no puede con los nísperos,

desde que son arrancados de la planta

hasta ser colocados en el mercado

se echan a perder. Los nísperos

frutos sin precio, reacios a las balanzas,

los he visto crecer en patios

con muros de rojos ladrillos

y verdes de un medicinal silencio

Plantar nísperos, observar su crecimiento,

probar sus frutos es un arte remoto

como vivir a orillas de un río

vivir un poco fuera del tiempo, o contemplar

las hojas a la hora de la puesta del sol.

 

Roberto Malatesta

El verde

Amanece con lluvia
los primeros sonidos de la casa
son los crujidos de la madera
y su perfume, el primer olor;
hay árboles aunque aún no estén
abiertas las ventanas
Cualquier gajo brota
bajo este régimen de mareas
y humedad persistentes:
un fresno
macheteado
casi al ras del suelo
ha vuelto a crecer;
una rama de álamo usada
como estaca para colgar
una boya, se reabre en hojas,
vuelve a ser un álamo;
un sauce caído
hizo otra raíz con su tronco
y convierte la entrada
en un arco de sauce
El desmonte es continuo:
zumbidos de machete,
la sierra que resuena
desde lejos y sin claros
ni camino de sirgas
un escondido territorio
salvaje reaparece:
brotes dormidos
de malezas y enramadas,
un secreto
de semillas al calor;
las crecidas, las lluvias
el agua socavante de las islas
al verde, lo devuelven.

 

Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos.No son completamente naturales, en el sentido de no intervenir la conciencia. Eso me sería antipático. No son dominados por una teoría de la conciencia. Eso me sería extremadamente antipático. Preferiría decir que esa intervención es misteriosa. Mis cuentos no tienen estructuras lógicas. A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma. Ella debe ser como una persona que vivirá no sabe cuánto, con necesidades propias, con un orgullo discreto, un poco torpe y que parezca improvisado. Ella misma no conocerá sus leyes, aunque profundamente las tenga y la conciencia no las alcance. No sabrá el grado y la manera en que la conciencia intervendrá, pero en última instancia impondrá su voluntad. Y enseñará a la conciencia a ser desinteresada.

Lo más seguro de todo es que yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia. Pero también sé que viven peleando con la conciencia para evitar los extranjeros que ella les recomienda.

 

Tomado de ciudadseva

Con unas monedas que tenía ahorradas
de un trabajo anterior,
salí a comprarte una planta interna
para que sea de compañía en tu pieza.
Ella no necesita demasiada luz
la podés poner cerca de la ventana
si es que esa es tu voluntad.
Quizás el nombre ayude para que se aferre
bien en su yo. Agua, toma como nosotros
un vasito a la mañana y otro a la noche.
Cuando la veas triste, con sus hojas caídas
un sol pequeño la pondrá de vuelta en orden.
Ya no somos niños ni queremos serlo
no tengamos hijos, pero por lo menos
que haya algo con vida entre nosotros.

 

Julián Bejarano, en 30.30, Poesía argentina del siglo XXI

No dejaremos de explorar
y el fin de nuestra búsqueda será
llegar adonde comenzamos
y conocer el lugar por primera vez.
Por la desconocida puerta
que recordamos, cuando lo único
que en la tierra quede por descubrir
sea lo que fue el principio; en la fuente
del río más largo la voz
de la cascada oculta y de los niños
en el manzano, no buscada
y así desconocida, pero oída,
oída a medias, en la calma
que reina entre las dos olas de la mar.
Aprisa, aquí, ahora, siempre…
Estado de perfecta sencillez
(que cuesta todo, nada menos)
y todo acabará bien y las cosas
todas se arreglarán cuando las lenguas
de llama se entrelacen
en el coronado nudo de fuego
y sean la rosa y el fuego uno.

Sí, las rosas
y el canto de los pájaros.
Toda la hermosura del mundo,
y la nobleza del hombre,
y el encanto y la fuerza del espíritu.
Sí, la gracia de la primavera,
las sorpresas del cielo y de la mujer.
¿Pero la hondura negra, el agujero negro,
obsesionantes?

Sí, Dios, lo divino,
a través de la rosa y del rocío,
y del cielo móvil de unos ojos,
¿pero el vacío negro, el horror vago y permanente de la sombra?

Sí, muchachas en la tarde,
niños en los jardines,
paisajes que suenan como melodías perfectas,
versos de Rilke o de Brooke,
entusiasmo generoso de las jóvenes almas
capaz de cambiar el mundo,
belleza del sacrificio y del ideal,
y el amor, y el hijo y la amistad,
¿pero el vacío negro, el escalofrío intermitente del abismo?

 

 

 

En  El alba sube

Nací como nace un capullo, como nacemos todos,
junto al amor de los míos, que me dieron el sentido y el cuidado.
Crecí día a día, como lo hemos hecho todos
y al abrigo del hogar fui empezando a entender.
Por momentos jugando, vi las cosas perfectas, y el mundo infinito.
Ahora comprendo que el infinito no ha cambiado:
está presente cuando miramos al cielo los que lo amamos.

 

Un pacto

Yo hago un pacto contigo, Walt Whitman.
Ya te he detestado lo suficiente.
Llego a ti como un niño crecido

Que ha tenido un padre testarudo;
Ya tengo edad para hacer amigos.

Fuiste tú el que partió la nueva leña,
Ahora es el tiempo de tallar.

Nosotros tenemos la raíz y la savia:
Que haya intercambio entre nosotros.

Cap. V: “La aventura del héroe”

MOYERS: ¿Por qué hay tantas historias de héroes en la mitología?

CAMPBELL: Porque es lo que vale la pena escribir. Hasta en las novelas populares, el personaje principal es un héroe o heroína que ha hallado o hecho algo más allá de los logros y experiencias normales. Un héroe es alguien que ha dado su vida por algo más grande que él mismo.

M: Entonces, en todas las culturas, sea cual sea la indumentaria local que lleve el héroe, ¿cuál es la hazaña?

C: Bueno, hay dos tipos de hazaña. Una es la hazaña puramente física, en la que el héroe realiza un acto de valor en la batalla o salva una vida. El otro tipo de hazaña es espiritual en la que el héroe aprende a experimentar el espectro supranormal de la vida espiritual humana y luego vuelve con un mensaje. La aventura usual del héroe empieza con alguien a quien le han quitado algo, o que siente que falta algo a la experiencia normal disponible y permitida a los miembros de una sociedad. Esta persona entonces emprende una serie de aventuras más allá de lo ordinario, ya sea para recuperar algo de lo perdido o para descubrir algún elixir que da vida. Usualmente es un ciclo, una ida y una vuelta. (…) Se trata de una transformación psicológica fundamental que todos deben superar. En la infancia nos hallamos en una condición de dependencia bajo la protección y supervisión de alguien (…) De ningún modo eres un agente libre y responsable, sino alguien dependiente que obedece, y espera y recibe castigos y recompensas. Evolucionar de esta posición de inmadurez psicológica hasta el valor de la responsabilidad y la seguridad en sí mismo exige una muerte y una resurrección. Es el tema básico del periplo del héroe: salir de una condición y encontrar la fuente de la vida para regresar maduro y enriquecido.

M: ¿Qué significan las pruebas, exámenes y ordalías que debe sufrir el héroe?

C: Si consideramos las intenciones, las pruebas están destinadas a comprobar si el supuesto héroe lo es de verdad. ¿Está a la altura de su tarea? ¿Puede superar los peligros? ¿Tiene el valor, el conocimiento, la capacidad, que le permitan servir a los demás? (…) Si comprendes cuál es el verdadero problema (perderte a ti mismo, entregarte a algún fin superior), comprendes que eso es en sí mismo la prueba definitiva. Cuando dejamos de pensar en primer lugar en nosotros y en nuestra supervivencia, sufrimos una transformación realmente heroica de la conciencia. Y de eso tratan todos los mitos, de la transformación de una especie de conciencia en otra. Has estado pensando de un modo, ahora tienes que pensar de otro.

M: Entonces, ¿el heroísmo tiene un objetivo moral?

C: El objetivo moral es el de salvar a un pueblo, o salvar a una persona, o apoyar una idea. El héroe se sacrifica por algo… ahí está la moralidad del asunto.

M: ¿Tu estudio de la mitología te lleva a concluir que existe una única búsqueda humana (…)?

C: Existe un cierto tipo de mito que podría llamarse la búsqueda visionaria, salir en busca de una gracia, una visión, que tiene la misma forma en todas las mitologías. (…) Sales del mundo en el que vives y vas a una profundidad o una distancia o una altura. Allí encuentras lo que le faltaba a tu conciencia en el mundo donde antes habitabas. Después se plantea el dilema de aferrarse a eso, y dejar que el mundo se haga mil pedazos, o volver con esa gracia y tratar de conservarla al entrar nuevamente en tu mundo social. No es fácil.

M: ¿Y si el héroe vuelve tras superar sus pruebas, y el mundo no quiere lo que él le trae?

C: Ésa, por supuesto, es una experiencia normal. No siempre el mundo rechaza el don, sino que no sabe cómo recibirlo y cómo institucionalizarlo.

M: La gente habla de “ponerse en contacto con uno mismo”. ¿Qué crees que significa?

C: Es muy posible que uno llegue a estar tan influido por los ideales y dictados de su medio que no sepa lo que realmente quiere y lo que podría ser (…) Te han dado instrucciones precisas de lo que debes hacer en cada momento de tu vida (…).

M: ¿Qué nos dice la mitología sobre cómo ponernos en contacto con esa otra persona que es nuestra persona real?

C: La primera instrucción sería seguir los indicios del mito mismo y de tu gurú, tu maestro, que se supone que lo sabe (…) Un buen modo de aprender es encontrar un libro que se ocupe de los problemas con los que te enfrentas (…) Lo que hay que hacer es aprender a vivir en tu período de la historia como un ser humano. Eso es algo distinto, y puede hacerse.

M: ¿Cómo?

C: Aferrándote a tus propios ideales (…) rechazando las exigencias impersonales que te impone el sistema.

CAMPBEL: Tenemos dos clases de héroe: el que elige emprender el viaje y el que no. En una clase de aventura el héroe parte con responsabilidad e intencionalidad a realizar una hazaña. Por ejemplo al hijo de Ulises, Telémaco, le dijo Atenea: “Ve a buscar a tu padre”. Esa búsqueda de padre es una importante aventura heroica para la juventud. Es la aventura de encontrar tu carrera, tu naturaleza, tu fuente. La emprendes intencionadamente. O está la leyenda de la diosa sumeria del cielo, Inanna, que bajó al mundo subterráneo y se enfrentó a la muerte para devolver a su amado a la vida. Después hay aventuras en las que te encuentras metido, por ejemplo cuando te enrolan en el ejército. No lo querías hacer, pero ya estás ahí. Haz sufrido una muerte y resurrección, te has puesto un uniforme, eres otra criatura.

(…) MOYERS: ¿El aventurero que emprende esa clase de viaje es un héroe en el sentido mitológico?

C: Sí, porque siempre está dispuesto. En estas historias, al héroe le sucede la aventura para la que estaba preparado. La aventura es una manifestación simbólica de su carácter. Hasta el paisaje y las condiciones del ambiente se ponen de acuerdo en esta predisposición.
(…) C: Nuestra vida desarrolla nuestro carácter. A medida que avanzas descubres más sobre ti mismo. Por eso conviene ponerse en situaciones que hagan surgir tu naturaleza más elevada y no la más baja. “Y no nos dejes en la tentación”.

M: Pero ¿una sociedad necesita héroes?

C: Sí, creo que sí.

M: ¿Por qué?

C: Porque tiene que tener imágenes fijas, como astros, para ser coherentes todas estas tendencias a la separación, para reunirlas en alguna clase de intencionalidad.

M: Para seguir un camino.

C: Creo que sí. La nación debe tener de algún modo una intención, para operar como un poder único.

M: A veces pienso que deberíamos sentir compasión por el héroe, más que admiración. Muchos de ellos han sacrificado sus propias necesidades por el prójimo.

C: Todos lo han hecho.

M: Y con frecuencia sus logros son destruidos por la incomprensión de sus seguidores.

C: Muchos de ellos dan sus vidas. Pero el mito también dice que de la vida entregada surge una vida nueva. Puede no ser la vida del héroe, pero es una vida nueva, un modo nuevo de ser o devenir. (…) Un héroe legendario suele ser el fundador de algo: en fundador de una nueva época, de una nueva religión, de una ciudad, de un modo de vida nuevo. Para fundar algo nuevo, es preciso abandonar lo viejo e ir en busca de la idea semilla, la idea germinal que tendrá la potencialidad de dar a luz lo nuevo. (…) También podría decirse que la fundación de una vida, de tu vida o la mía, si vivimos nuestras vidas en lugar de imitar alguna ajena, proviene así mismo de una búsqueda. (…) Hoy el mundo es distinto de cómo era hace cincuenta años. Pero la vida interior del hombre es exactamente la misma.

(…) C: Los mitos inspiran la realización de la posibilidad de tu perfección, la plenitud de tu fuerza y el aporte de luz solar en el mundo. Matar monstruos es matar las cosas oscuras. El mito te atrapa en tu interior.

M: ¿Cómo mato a ese dragón que hay en mí? ¿Cuál es el viaje que cada uno tiene que hacer, lo que tu llamas “la elevada aventura del alma”?

C: Mi fórmula general para mis estudiantes es: “Seguid el camino de vuestro corazón. Encontrar dónde está, y no temas internaros allí”. (…) Si el trabajo que estás haciendo es el que elegiste hacer porque lo disfrutas, entonces es el trabajo. Pero si piensas: “¡Oh, no! ¡ No podría hacerlo!”, es el dragón bloqueándote el paso.

M: En este sentido, a diferencia de héroes como Prometeo o Jesús, no partimos en nuestro viaje para salvar al mundo sino para salvarnos a nosotros mismos.

C: Pero al hacerlo, salvas al mundo. La influencia de una persona vital vitaliza, de eso no hay duda alguna. El mundo sin espíritu es un terreno baldío. La gente tiene la idea de que se puede salvar el mundo cambiando las cosas de lugar, cambiando las reglas, cambiando de lugar a los que mandan, y cosas así. ¡No, no! Cualquier mundo es válido si está vivo. Lo que hay que hacer es darle vida, y el único modo de hacerlo es hallar en tu propio caso dónde está la vida y volverte vivo tú mismo.

“El poder del mito”
Joseph Campbell en diálogo con Bill Moyers
Emecé Editores, Barcelona, 1991