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¡Despierta, viene el día, un pájaro se suelta de los ríos, despierta!
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Anda con el telegrama por el monte. Voy a su encuentro, el telegrama tiene una flecha con mi nombre.
De Libro de las mariposas
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¡Despierta, viene el día, un pájaro se suelta de los ríos, despierta!
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Anda con el telegrama por el monte. Voy a su encuentro, el telegrama tiene una flecha con mi nombre.
De Libro de las mariposas
Señor,
el miedo
me ha dejado
como un pájaro
en la niebla. Y quienes
cantan más allá
son mis pares
invitándome
al costado luminoso
de la vida. Aunque
allí también
las nubes negras
sean estrepitosas,
charcos de barro
o cascadas de nieve.
Se mueve mi alma,
ese cencerro.
CRÍTICA DE LA ESPERA
I
La espera no tiene forma, sólo una periferia
irregular que se expande desde un centro
que todavía no ha llegado a la cita.
III
La espera en invierno: un pájaro helado
sobre una rama.
El pájaro, de carne. La rama, de tinta
limón.
IV
La espera estira el pescuezo para ver
quién no viene.
VII
La espera en verano: un pájaro sobre la
arena ardiente.
El pájaro, de carne. La arena, de arena.
XII
La espera en primavera: un pájaro a punto
de beber de una flor.
El pájaro, de carne. La flor, carnívora.
XVII
La espera en otoño: un pájaro confundido
entre hojas secas.
El pájaro, de carne. Las hojas, puro nervio.
XXVI
La espera de noche: un pájaro blanco que va
contra un muro negro.
El pájaro, de carne. El muro, no existe.
Tomado de La ficción del olvido
Haikus de pájaros
(2008: de Alada claridad, editorial Pre-Textos, Valencia)
Volar implica trascender límites prefijados, viajar a velocidad de pensamiento, manejar lejanías, agigantar la percepción hasta extenderla al cosmos. Se entiende la atracción que los pájaros ejercen sobre los artistas, buscadores de horizontes lejanos. Las aves simbolizan una huída de los barrotes de la jaula. No hilan ni tejen, no guisan, no piensan. Viven sin preocuparse, pueden irse (y se van) por las ramas. Experimentan gozo al existir fuera de toda medida o cálculo. Habitan un cielo sin teorías. Los más vivos de los seres vivientes, son como ángeles.
El hombre sueña hacer cierto el intento de Ícaro. Y sólo empieza a vivir su condición terráquea cuando, a su pesar, reconoce que tal hazaña le resulta imposible. El ave se transforma en objeto de su atenta y algo nostálgica observación. Para entender de pájaros hay que pasar tiempo al aire libre, caminar por montañas y prados, ponerse mentalmente a la intemperie (en japonés, nozarashi: clave del haiku). Así percibo a Yosa Buson, poeta y pintor japonés del siglo XVIII (1716-1784).
Leyendo estos cincuenta haikus suyos sobre vuelos diversos, sorprende cuánto sabe de aves este hombre de Osaka. En una época sin bibliotecas públicas ni manuales de ornitología, su ciencia pajarera provino del conocimiento de la cultura clásica japonesa y china y de frecuentes recorridos por costas y montes de la isla de Honshu. Buson era sin duda un buen haijin (hombre del haiku): afincado en el estudio y el vagabundeo, cazador de momentos fugaces, observador de la naturaleza. Sin dejar de ser un artista avisado. Cargando mesita y pinceles a campo traviesa, siempre dispuesto a practicar las reglas del kachôga, arte de dibujar y pintar flores y pájaros (Las otras dos categorías de la pintura tradicional del sudeste de Asia –jimbutsuga, retrato, y sansuiga, paisaje- no formaron parte de su arte).
El vuelo de los haikus de Buson resume su doble condición de pintor y poeta, maestro con un sólo pincel de pelo de marta. El vuelo de su arte se anuda en un único gesto: erguido, a mano alzada, fijando el paso irrepetible del instante. Su tarea es captar lo que pasa volando. No se trata de simples avecillas en un jardín bucólico sin viento. Sus haikus tratan de capturar, y volver a soltar, vuelos de aves que, en apenas diecisiete sílabas, consiguen esbozar el sutil movimiento del alma. Porque, me apresuro a decirlo, las aves de Buson no residen sólo en la naturaleza del Japón central sino, antes que nada, en la volátil mente del poeta. Hurguemos en la trama compleja de su arte: despojarse para comprender el vuelo de las aves, despojarlas para llenar con esa libre vida nuestra mente.
Por partida doble, entonces, Buson es hombre de observación y de miradas. Para él la condición aérea nada tiene de etérea. Es más bien una actitud personal y un ejercicio de contacto sensible con el mundo exterior. El asunto del arte es volar. Y la gracia (o el ángel) consiste en saber qué implica. Sus haikus se deslizan como aves que se elevan. Le fascina las que aprenden o se disponen a volar. Se fija en cómo ha de armonizar el pájaro su “voluntad” con la del viento, ese otro espíritu que sopla cuando le viene en gana. Por eso no ha de extrañarnos que Buson piense a la cometa dotada de idéntica característica volátil. También nos muestra aves capaces de fijar rumbo contra el viento: garzas, cuervos, grullas, palomas. Y en su extensa taxonomía poética no deja de mencionar otras que pierden rumbo en la tormenta o huyen escapando de los depredadores, sean halcones, perros o humanos. Condición volátil tiene la consistencia de los élitros de cigüeña desplegados, o la presencia de la cola de un faisán cobrizo. Hasta que pierde compostura, como en el cuerpo sin vida de un pichón en el suelo. O cuando la bandada se dispersa. O en la nube que desaparece del horizonte, hecha filamentos. O en el humo de incienso que se pierde de puro elevarse. Y en la voz o el canto del pájaro, que muere apenas llega a nuestro oído. La condición alada toma posesión del firmamento, donde flotan gaviotas y gorriones. Aunque no sólo de aves presume el cielo: también de mariposas y hasta de murciélagos, que el poeta trata como si fueran pájaros y que suelen ordenarse como tales en las recopilaciones tradicionales de haikus, de Yosa u otros. Con frecuencia los pájaros de Buson aparecen cantando. Vamos de la mano del poeta por praderas y cañadas, en la playa o a gran altura. Con su ayuda podemos distinguir gorjeos de graznidos y reconocer si lo que escuchamos son trinos o chillidos. Nos volvemos cómplices del filoso despertar del gallo o de palomas que ruculan suavemente. Nos hacemos amigos del cuclillo de cinco notas o de aves más vulgares, de trino binario. No nos dice qué música produce el ruiseñor japonés. Pero sabemos que es de los más escuchados. Vamos comprendiendo que poeta es quien vive pendiente del canto del mundo y es capaz de transformarlo en voz propia. Forma pedestre y radical de compartir la condición de pájaro.
A veces cuesta reconocer el estilo de cada maestro de haiku. Se los puede distinguir justamente por su forma de mirar pájaros. Los de Bashô señalan la primacía del orden natural y la inclusión en ella de las aves, sin rebeldía ni premeditación, en la inocencia gozosa de la vida animal. Los de Issa van al otro extremo: no dejan de señalar la condición caída, inarmónica, de la creación, el dolor, la debilidad, la injusticia, el enigma insoluble de la vida. Buson tiene vuelo propio: humaniza a las aves. Las acerca a los hombres. Sin apresarlas, las pone al alcance de su mirada. Las escudriña de día, en su propia luminosidad. También les permite expresar dimensiones que pensamos humanas. Muchas de ellas aparecen en diversas estaciones: la golondrina circula también en primavera; hay cigüeñas para toda estación. Las que son errantes gozan de largas temporadas sedentarias: el cuco o el ganso silvestre. Las de ribera se muestran tímidas y a la vez sociables. Solemne, el faisán es el colmo de la armonía que un hombre puede pensar. Unas aves son solitarias, como el cucú, los gorriones van en bandadas, o en colonias igual que cormoranes y hasta en pareja, como el pato mandarín. Humildes como golondrinas, atolondradas igual que los chorlitos o con candor infantil de pichonzuelos.
Más estéticos que los de Ryôkan, más errantes que los de Shiki, los pájaros de Buson se caracterizan por su hon-i o autenticidad. La intención original y sincera es tocar el corazón de la aérea condición de nuestra vida. Verifica su destino, mediante minuciosa observación del paso del tiempo y de las características emotivas cuando pasa el hombre por el mundo en su tiempo. Escuchando el canto de Manuel Machado, transformo apenas su sonido. Lo hago mío para nombrar el arte de pájaros de Yosa Buson: alada claridad.
PRIMAVERA
Pr/1
el día
navega lentamente,
faisanes
posando sobre el puente
osoki hi ya kiji no oriiru
hasino ue
Pr/2
ricitos del agua
que enjuaga la azada,
los ibis salvajes
vuelan a distancia
kamo toku kuwa sosogu mizu no
uneri kana
Pr/3
aves de la ribera,
farolitos de Kioto
allá lejos
mizutori ya chosin toki
nishi no kyo
Pr/4
a los saltos, briosos,
incómodos, con frío,
don y doña gorrión
en su nido
tobikawasu yatake-gokoro
oyasuzume
Pr/5
aquí mismito,
escuché ayer cantar
las avecitas
kashiko nite kino mo kikinu
kankodori
Pr/6
duermes en la campana
de bronce oscurecido,
¡mariposa!
tsurigane ni tomarite nemuru
kocho kana
Pr/7
labran campos
sobre el templo
(sobre un cerro
canta el gallo
hata utsu ya mine no obo no
tori no koe
Pr/8
canta el ruiseñor
con su pequeña boca
inmensamente abierta
uguisu no naku ya chiisaki
kuchi aite
Pr/9
el primer trino
del ruiseñor parece
caerse de una rama
uguisu no eda fumi hazusu
hatsune kana
Pr/10
mientras canta
el ruiseñor, se junta
la familia y yanta
uguisu ya kanai soroute
Meshi-jibun
Pr/11
canta el ruiseñor:
un poco hacia aquí,
un poco hacia allí
uguisu no nakuya achimuki
kochira muki
Pr/12
ruiseñores que vuelan
de aquí para allá
sobre la aldea
uguisu no achi kochi to suru ya
koie gachi
es salir del pantano
y escuchar de nuevo
al ruiseñor
waga yado no uguisu kikan
no ni idete
Pr/14
un hombre por el campo
en un día que muere
sin que se escuchen ruiseñores
uguisu ni hinemosu toshi
hata no hito
Pr/15
la cometa
en el mismo lugar:
¿es el cielo de ayer?
ikanobori kino no sorano
aridokoro
Pr/16
el ocaso y la caza
del faisán al pie
al pie de un monte
en primavera
hikururu kiji utu haru no
yamabe kana
Pr/17
de pronto el perro se soltó
y fue tras un faisán
en Takaradera
muku to okite kiji ou inu ya
takaradera
Pr/18
caza del faisán
volviendo a casa,
después de mediodía
kiji utte kaeru ieji no
hi wa takashi
Pr/19
el campo (la nube,
que creía estancada,
se ha marchado)
hata utsu ya ugokanu kumo mo
nakunarinu
Pr/20
la golondrina
sale agitadamente
del pabellón dorado
futameite kin no ma wo deru
tsubame kana
Pr/21
los caseros cazando
una serpiente, cerca
del gorjeante
nido de las golondrinas
tsubakurame naite ja wo utsu
koie kana
Pr/22
retorno de ánades
sobre campos de arroz
bajo nubes lunadas
kaeru kari tagoto no tsuki no
kumoru yo ni
Pr/23
el ganso se ha marchado
y el arrozal junto a la casa
se ve tan lejano
kari yukite kadota no toku
omowaruru
Pr/24
anoche se marcharon,
también hoy, y de noche
ya no quedan ánades
kini ini kyo ini kari no
naki yo kana
Pr/25
el sol muere en la tarde
y alguien pisa su sombra
larga
como la cola de un faisán
yamadori no o wa fumu haru no
irihi kana
VERANO
Vr/1
cuclillo
atravesando
la antigua Kioto
hototogisu heianjo wo
sujikai ni
Vr/2
un paje se suena y
de mientras
el cucú canta
hashitanaki nyoju no kusame ya
hototogisu
Vr/3
cortesana que escribe
un poema
y un cuco pequeño
hototogisu uta yomu yujo
kikoyu nari
Vr/4
es más fresco ese son
cuando se aleja por fin
de la campana
suzushisaa ya kane wo hanaruru
kane no koe
Vr/5
los ermitaños
son humanos y las aves
simples aves
sennin wa hito kankodori wa
tori nari keri
Vr/6
pajarito nacido
en la horquilla de un árbol
(me imagino)
kankodori ki no mata yori
umareken
Vr/7
¿de qué vive
el cuclillo?
(lo ignoro)
nani kute iruka mo shirazu
Kankodori
Vr/8
todo el prestigio
para las palomas,
¿y qué pasa con el cuclillo
del Himalaya?
muzukashiki hato no reigi ya
kankodori
Vr/9
la tos seca
del bonzo y el trino
del cuco
gotsugotsu to sozu no seki ya
kankodori
Vr/10
¿está cantando
la calabaza que arranqué?
¡pero si es un avecita!
waga suteshi fukube ga naku ka
kankodori
Vr/11
el gorrión en un pueblo
escondido entre hojas caídas
(chaparrón de verano)
yudachi ya kusaba wo tsukamu
mura-suzume
Vr/12
no ha venido este año
el viejo cuidador
de cormoranes
oinarishi ukai kotoshi wa
mienu kana
Vr/13
cosecha del grano:
¿de qué se asombra el gallo
en el tejado?
mugui aki ia nani ni odoroku
iane no tori
OTOÑO
Otñ/1
primer rocío:
a cierta distancia
la grulla (la miro)
hatsushimo ya mazurau tsuru wo
toku miru
Otñ/2
aguacero:
la garza mojada,
la grulla seca
sagui nurete tsuru ni ji teru
shigure kana
Otñ/3
brisa en la tarde:
caricia de patas
de garza en el agua
yukaze ya misu aosagi no
hagi wo utu
Otñ/4
el faisán en la rama,
mueve y mueve las patas
y la noche se alarga
yamadori no eda fumikaturu
yonaga kana
Otñ/5
la comadreja espía a
los patos mandarines
del estanque
oshidori ya itachi no nosoku
ike furushi
Otñ/6
regocijado,
escucho pajaritos
en el tejado
kotori kuru oto ureshisa yo
itabisashi
Otñ/7
bosque adentro:
se oyen hachas leñadoras,
pájaros carpinteros
teono utu oto mo kobukashi
keratutuki
Otñ/8
gansos en vuelo
dibujan una línea y la luna
estampa el sello
ichigyo no kari ya hayama ni
tsuki wo insu
Otñ/9
el cielo de otoño
(???????????)
(???????????)
aki no sora kino ya tsuru wo
hanachitaru
INVIERNO
Inv/1
murciélagos viven
ocultos en el roto
paraguas
komori no kakure sumikeri
yaburegasa
Inv/2
esa avecita:
la devora una ardilla
en el campo reseco
musasabi no kotori hamioru
kareno kana
Inv/3
el pájaro chilla
y el ruido del agua a
la red de pesca
deja en sombra
yori naite mizuoto kururu
ajiro kana
Inv/4
aves sobre el agua,
mujer lava verdura
en una barca
mizutori ya fune ni na arau
onna ari
Inv/5
avecitas y dos
palanquines se ven
entre árboles secos
mizudori ya kareki no naka ni
kago nicho
Inv/6
canta el pajarillo,
sin padre ni madre
ni posteridad
oya mo naki ko mo naki koe ya
kankodori
Trece maneras de mirar un mirlo
traducción de Yanina Audisio, tomada de Círculo de poesía
I
Entre veinte montañas de nieve,
La única cosa que se movía
Era el ojo del mirlo.
II
Yo era el de los tres sentires,
Como un árbol
Que contiene tres mirlos.
III
El mirlo giraba en los vientos de otoño.
Una parte pequeña de la comedia.
IV
Un hombre y una mujer
Son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
Son uno.
V
No sé qué preferir,
La belleza de los acentos
O la belleza de las insinuaciones,
El mirlo silbando
O el instante después.
VI
El hielo ocupó la gran ventana
Con su vidrio bárbaro.
La sombra del mirlo
Lo atravesaba, una y otra vez.
El ánimo
Trazaba en la sombra
Una razón indescifrable.
VII
Oh, pobres hombres de Haddam,
¿Por qué imaginan pájaros dorados?
¿No ven cómo el mirlo
Vaga entre los pies
De sus mujeres?
VIII
Conozco tonos ilustres
Y ritmos lúcidos, ineludibles;
Pero conozco, también,
Que el mirlo pertenece
A lo que conozco.
IX
Cuando el mirlo se apartó de la vista,
Señaló el margen
De uno de los tantos círculos.
X
Ante la imagen de los mirlos
Volando en una luz verde,
Aun las madamas de la armonía
Gritarían agudamente.
XI
Él viajaba por Connecticut
En un coche de vidrio.
Una vez, el miedo lo atravesó,
Por confundir
La sombra de su equipaje
Con los mirlos.
XII
El río se estremece.
El mirlo estará volando.
XIII
Fue de noche toda la tarde.
Nevaba,
Iba a seguir nevando.
El mirlo se posó
En el cedro, en lo más alto.
Thirteen Ways of Looking at a Blackbird
I
Among twenty snowy mountains,
The only moving thing
Was the eye of the blackbird.
II
I was of three minds,
Like a tree
In which there are three blackbirds.
III
The blackbird whirled in the autumn winds.
It was a small part of the pantomime.
IV
A man and a woman
Are one.
A man and a woman and a blackbird
Are one.
V
I do not know which to prefer,
The beauty of inflections
Or the beauty of innuendoes,
The blackbird whistling
Or just after.
VI
Icicles filled the long window
With barbaric glass.
The shadow of the blackbird
Crossed it, to and fro.
The mood
Traced in the shadow
An indecipherable cause.
VII
O thin men of Haddam,
Why do you imagine golden birds?
Do you not see how the blackbird
Walks around the feet
Of the women about you?
VIII
I know noble accents
And lucid, inescapable rhythms;
But I know, too,
That the blackbird is involved
In what I know.
IX
When the blackbird flew out of sight,
It marked the edge
Of one of many circles.
X
At the sight of blackbirds
Flying in a green light,
Even the bawds of euphony
Would cry out sharply.
XI
He rode over Connecticut
In a glass coach.
Once, a fear pierced him,
In that he mistook
The shadow of his equipage
For blackbirds.
XII
The river is moving.
The blackbird must be flying.
XIII
It was evening all afternoon.
It was snowing
And it was going to snow.
The blackbird sat
In the cedar-limbs.
Primero se arrancó
una a una todas sus plumas.
Luego se comió
su propio cuerpo desplumado,
de abajo hacia arriba,
empezando por las patas
y terminando por la cabeza y el pico.
Tras el último bocado,
sintió sueño y se quedó dormido.
Cuando despertó
no sabía bien dónde estaba,
ni si era de día o de noche.
¿Qué podía hacer?, se preguntó,
y no se le ocurrió otra cosa
que ponerse a cantar.
Y el canto que cantó entonces
nunca antes
había sido escuchado
Debo haber elegido
un buen camino;
por aquí es fácil
estar cerca
de los cuises
y los pájaros
cantan
como si estuviesen solos.
Roberto Malatesta, en Cuaderno del no hacer nada
Tu palabra es de pájaro
pero tu mundo es silencio
y tu aire es nube
Nos besamos
en el hueco de la sombra
Ya el símbolo no es la sombra
es la memoria de un campo lejano
Casi todos [los nidos] se componen de un tejido o trama de plantas, ramitas flexibles o largos filamentos de vegetales; pero más que un tejido es una condensación, una especie de fieltro de materiales mezclados, metidos, ingeridos con esfuerzo y perseverancia uno dentro de otro, lo que demuestra un arte laborioso y un trabajo tan enérgico que para llevarlo a cabo serían insuficientes el pico y la garra. El utensilio real es el cuerpo del pájaro mismo, su pecho, con el que prensa y aprieta los materiales hasta volverlos absolutamente dúctiles para mezclarlos y sujetarlos a la obra general.
En el interior, el instrumento que imprime al nido la forma circular es también el cuerpo del pájaro, el cual gira constantemente apartando de todos lados la pared hasta conseguirlo.
Así, pues, el nido es el pájaro mismo, su forma y su esfuerzo más inmediato, y cuyo resultado no obtiene sino por medio de una presión de pecho constante. No existe en el nido brizna de hierba que para que tome y conserve la curva no haya sido mil y mil veces apretada con el pecho, con el corazón, con menoscabo de la respiración ciertamente, con palpitaciones.
(…)
El nido es una creación del amor.
Jules Michelet, en El pájaro