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Nostalgia

Virrey del Pino y Amenábar, 4 de julio de 2000

 

Vendido

leo desde el café

de hacer tiempo los martes

y en el balcón, el cartel

señala el drama microcósmico

de la viuda que riega amorosamente

las macetas.

 

De no ser por el cartel

yo no sabría que las macetas no caben

en el cuchitril donde se mudará

ni que se despide de sus cosas con estoicismo

pues ha empezado el camino de la reducción

(los anillos, los recuerdos, los trajes del marido

la casa, el violín de su padre, la TV por cable)

hasta que un día quede resumida

en el talco de sus huesos

 

no sabría yo que apenas conoce al nuevo dueño

sólo del trámite ante escribano público

pero le deja las plantas

como le gusta a ella tenerlas,

como un mensaje al futuro.

T

Entonces sé qué va a ocurrir

como sé que la viuda que riega las plantas es viuda

 

(por qué no sé estas cosas cuando estoy en otra parte)

 

las plantas no serán del gusto del nuevo propietario

las azaleas, los geranios,

la compañía de segunda mano que implican esas flores

(y si hay compañía es por contraprestación de soledad)

o tal vez otra cosa de viejas que él no sabrá comprender.

 

Ahora pasan debajo del balcón

dos chicas fumando

una señora se detiene a mirar los zapatos

que ha de arreglar el remendón de la planta baja

 

(los zapatos también se irán renovando

como el que se sienta a esta mesa

observatorio del café)

 

pasa una chica con un perro

y el perro va y orina el umbral del remendón

para ampliar la concepción de su universo

como un emperador chino habrá ido ampliando

lo tangible de su imperio

agregando marcas en el mapa

 

el afilador en bicicleta

el sacerdote, la monja, el rabino

todos los oficios y todas las convicciones

todas las indecisiones

pasan debajo del balcón de la viuda

 

hasta las otras viudas pasan

 

todo lo veo desde el café de enfrente

con la clarividencia que inspiran los cafés.

 

Una mujer prueba sombreros

en la boutique de la esquina

su coquetería me distrae

de la coquetería que la viuda

ponía en las flores del balcón

 

vuelvo a mirar hacia allí

y la persiana cae, respetuosamente

saludando a un cortejo fúnebre

que la viuda sólo a mí

me deja ver.

 

Silvia López, en Cartografías

Vagamundo

 

En ningún

lugar

de la tierra

me puedo

arraigar

 

En cada

nuevo

clima

que encuentro

compruebo

desfalleciente

que

una vez

me había acostumbrado

a él

 

Y me aparto siempre

extranjero

 

Naciendo

vuelto de épocas demasiado

vividas

 

Gozar de un solo

minuto de vida

inicial

 

Busco un país

inocente

 

 

 

 

En La Alegría. Prólogo de Andrés Sánchez Robayna. Traducción de Carlos Vitale. Edición bilingue. Igitut / poesía

 

Mañana zarpa un barco

Riberas que no cambian tocamos al anclar.
Cien puertos nos regalan la música del mar.
Muchachas de ojos tristes nos vienen a esperar
y el gusto de las copas parece siempre igual.
Tan sólo aquí en tu puerto se alegra el corazón,
Riachuelo donde sangra la voz del bandoneón.
Bailemos hasta el eco del último compás,
mañana zarpa un barco, tal vez no vuelva más.

Qué bien se baila
sobre la tierra firme.
Mañana al alba
tenemos que zarpar.
La noche es larga,
no quiero que estés triste.
Muchacha, vamos…
no sé por qué llorás.
Diré tu nombre
cuando me encuentre lejos.
Tendré un recuerdo
para contarle al mar.
La noche es larga,
no quiero que estés triste.
Muchacha, vamos…
no sé por qué llorás.

Dos meses en un barco viajó mi corazón.
Dos meses añorando la voz del bandoneón.
El tango es puerto amigo donde ancla la ilusión.
Al ritmo de su danza se hamaca la emoción.
De noche, con la luna, soñando sobre el mar,
el ritmo de las olas me miente su compás.
Bailemos este tango, no quiero recordar.
Mañana zarpa un barco, tal vez no vuelva más.

Música: Lucio Demare
Letra: Homero Manzi

Versión: Floreal Ruiz con Osvaldo Requena.

 

 

Cierta leyenda Guaraní nos cuenta que el Ñandutí, un tipo de tejido paraguayo, surgió de la mano de una joven y bella mujer que imitó el dibujo de una telaraña en honor a su novio muerto en el bosque. Hoy, siglos más tarde, en la ciudad de Itauguá en las cercanías de Asunción, el Ñandutí es una de las principales actividades de las mujeres, que tejen con mucha paciencia bellas figuras que formarán parte de una manta, una toalla o mismo una pieza de ropa.

http://tal.tv/es/video/nanduti/

Director: Osvaldo Santacruz

Antiguo invierno

Deseo de tus manos claras
en la penumbra de la llama:
sabían a roble y a rosas,
a muerte. Antiguo invierno.

Buscaban el mijo los pájaros
y enseguida eran de nieve;
e igual las palabras.
Un poco de sol, un estrellón de ángel,
y luego la niebla; y los árboles,
y nosotros hechos de aire en la mañana.

 

 

Antico inverno

Desiderio delle tue mani chiare
nella penombra della fiamma:
sapevano di rovere e di rose;
di morte. Antico inverno.

Cercavano il miglio gli uccelli
ed erano subito di neve;
così le parole.
Un po’ di sole, una raggera d’angelo,
e poi la nebbia; e gli alberi,
e noi fatti d’aria al mattino.

El lujo de entender
el lujo sería
de mirarte una sola vez
y volverme un Epicuro

cualquiera de tus presencias sirve
de futuro alimento
apenas recuerdo haber muerto de hambre
tan bien surtida estaba –

el lujo de meditar
el lujo era
darme el festín de tu semblante
otorga suntuosidad

en días habituales, cuya lejana mesa
como la certidumbre recuerda
está puesta con una sola migaja
la conciencia de ti.

 

 

 

Traducción. Silvina Ocampo.

Se oye de nuevo el mar

Desde hace muchas noches se oye de nuevo el mar,
leve, arriba y abajo, sobre la arena lisa.
Eco de una voz encerrada en la mente
que resurge del tiempo; y también este
lamento asiduo de gaviotas, o
pájaros de las torres, que abril
empuja hacia la llanura. Ya
estabas junto a mí con esa voz;
y quisiera que a ti también llegase,
ahora, de mí un eco de memoria,
como ese oscuro murmurar del mar.